Rincón Literario 2002


Y si...
Y si te digo que te bajo las estrellas
y me salgo por entero de tu esquema...
y si te afirmo que soy frase inventándose una excusa
en medio de la concepción difusa
de este espacio sembrado de anhelo...
y si te grito lo que soy
lo que me desahogo y lo que entiendo
y te tomo de la mano
para esconderme contigo del tiempo...
Y si te leo
y te dibujo
y en poema te convierto
y entre mi historia te capturo
y marcharte ya no...
¿y si logro que mañana no te quieras ya marchar?
Y si te enamoro
y si me amas
y si me pones en peligro el alma
y me sofismas la razón con tu sonrisa...
y si inerme me descubro ante tu lógica
abandonando el último resquicio de cordura
que me recuerde el origen
Y si me enamoro
y si te amo
y te reconozco
y nos encontramos

María José Real




En una madrugad fría
emerge la deseperanza
¿Qué sería del llanto y de los poetas
sin una historia triste que contar,
sin un amor nuevo para esperar?

Autor desconocido



Gente

Hay gente que con sólo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales
que con sólo sonreír entre los ojos
nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.
Hay gente que con sólo dar la mano
rompe la soledad, pone la mesa
sirve el puchero, coloca las guirnaldas;
que con sólo empuñar una guitarra
hace una sinfonía de entrecasa.
Hay gente que con sólo abrir la boca
llega hasta todos los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después como si nada.
Y uno se va de novio con la vida
desterrando una muerte solitaria
pues sabe que a la vuelta de la esquina
hay gente que es así, tan necesaria.

Autor desconocido



El eclipse

Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Augusto Monterroso



La de la promesa
¿Quién es esta mujer que al hablar me calla
Que me dice que me ama y sin más se marcha?
¿Quién es esta que me angustia
Que me llama
Que me inunda como mar el alma
Y busca en mi derramar su vida
Quién en su tristeza me recuerda
Y por ser ella a rezar me invita?
¿Quién es esta mujer que me sorprende con su niña
Que me toma de la mano
Y a mi lado en silencio camina?

Es mi amiga, es mi estrella
La sonrisa de la luna
Que cada noche me alienta
La eterna compañera
La que en mis ojos se encuentra...
Es ella, la de La Promesa.

María José Real



Siempre

Antes de mí
no tengo celos.
Ven con un hombre
a la espalda,
ven con cien hombres en tu cabellera,
ven con mil hombres entre tu pecho y tus pies,
ven como un río
lleno de ahogados
que encuentra el mar furioso,
la espuma eterna, ¡el tiempo!
Tráelos todos
adonde yo te espero:
siempre estaremos solos,
siempres estaremos tú y yo
solos sobre la tierra
¡para comenzar la vida!

Pablo Neruda



LIII

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contremplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar,
y caer como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios antes su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
así ... ¡no te querrán!

Gustavo Adolfo Bécquer



Yo sé que ver y oir a un triste enfada

Yo sé que ver y oír a un triste enfada,
cuando se viene y va de la alegría
como un mar meridiano a una bahía
esquiva, cejijunta y desolada.
Lo que he sufrido y nada, todo es nada,
para lo que me queda todavía
que sufrir, el rigor de esa agonía
de abocarme y ver piedra en tu mirada.
Me callaré, me apartaré (si puedo)
con mi pena constante, instante, plena,
adonde ni has de oírme ni he de verte.
Me voy, amor, me voy, pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena.
Adiós, amor; adiós hasta la muerte.

Miguel Hernández



No hay nadie que ama la luna
tanto como las estrellas del cielo.
No hay nadie que ama la orilla
tanto como las olas del mar.
También yo te amo, lo sabes
y quisiera siempre quedarme contigo.
En cambio tengo que partir.
Pero el amor no debe acabar,
quisiera siempre quedarme contigo.
También si tu te marcharas
quedaríamos siempre juntos
Porque cuando se pone a lo lejos
la luna queda en espera del cielo.
Cuando desaparece a lo lejos,
la orilla queda en espera del mar.

Autor desconocido



Cultivo una rosa blanca

Cultivo una rosa blanca
En julio como en enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo,
Cultivo una rosa blanca.

José Martí.



Estuve en tu conciencia

Por las rendijas de tu espíritu espié a tu conciencia,
hallé  flores secas  exhalando suspiros;
árboles de ilusiones y lagunas de agua de mar
a la cual extrajiste la sal; ví arcos iris escarlatas dando
muerte  a las lluvias a quienes  le exprimiste el agua.

Dentro de tu conciencia rebusqué mis recuerdos.
Solo hallé una bóveda .Ninfas  la cuidaban  a quienes prometí
ofertas de fé y  esperanzas. Abrí la caja, estaba llena
de hojas de sentimientos que al tacto de mis manos
se hicieron ramos de viento.

Regresé sin conocer tus secretos de conciencia.
No hubo timidez de mi parte. Quería escarbar
tu pasado. Todo estaba cubierto
con flores de nomeolvides y con rayos de sol
ya sin color y sin belleza.

En los nichos de tu conciencia estaban figuras muertas
de amores pasados. Alcancé un altar
donde había un Cristo con mi faz.
Me cansé de hurgar  tus secretos... Al final pude oír
tu voz, evocando a tus amores perdidos, ¡Menos a mí...!

Marco Segovia (Mexico, Julio 2001)



Santos Vega, el payador (fragmento)

Ello es que allí se juntaron
de pura casualidá,
pero, muy de voluntá,
lo que medio se trataron,
hicieron una amistá
Conviniendo en que se apiaban
por la calor apuraos,
y en que traiban fatigaos
los pingos como que estaban
enteramente sudaos;
Ansí es que desensillaron,
y, a fin que no se asoliasen
los fletes y se pasmasen,
a la sombra los ataron
para que se refescasen.
Luego, al rasparle el sudor
Santos Vega a su bragao,
reparó que a su costao
estaba en el maniador
el rubicano enredao.
Y al dir a desenredarlo,
cuando la marca le vio,
tan fiero se sosprendió,
que sin poder ocultarlo
ahi mesmo se santiguó.
Tolosa luego también
se asustó de Vega al verlo
triste, y por entretenerlo,
haciéndose como quien
suponía conocerlo:
-¿No es usté el amigo Ortega?
Tolosa le preguntó:
y el viejo, ansí que le oyó:
-No, amigo; soy Santos Vega
su servidor, respondió.
A esta oferta el Santiagueño
se quitó el sombrero atento,
y con todo acatamiento
se le ofreció con empeño
a servirlo al pensamiento.

Hilario Ascasubi



Santos Vega, el payador (fragmento)

Siempre al ponerse en camino
a dar un malón la Indiada
se junta a la madrugada
al redor de su adivino;
quien el más feliz destino
a todos les asigura,
y los anima y apura
a que marchen persuadidos
de que no serán vencidos
y harán la buena ventura.
Pero, al invadir la Indiada
se siente, porque a la fija
del campo la sabandija
juye adelante asustada,
y envueltos en la manguiada
vienen perros cimarrones,,
zorros, avestruces, liones,
gamas, liebres y venaos,
y cruzan atribulaos
por entre las poblaciones.
Entonces los ovejeros
coliando bravos torean,
y también revoletean
gritando los teruteros;
pero, eso sí, los primeros
que anuncian la novedá
con toda siguridá,
cuando los indios avanzan,
son los chajases que lanzan
volando: ¡chajá! ¡chajá!
Y atrás de esas madrigueras
que los salvajes espantan,
campo ajuera se levantan,
como nubes, polvaderas
preñadas todas enteras
de Pampas desmelenaos,
que al trote largo apuraos,
sobre sus potros tendidos,
cargan pegando alaridos,
y en medía luna formaos.
Desnudos de cuerpo entero
traen sólo encima del lomo
prendidos, o no sé cómo,
sus quillapices de cuero
y unas tiras de plumero
por las canillas y brazos;
de ahí grandes cascabelazos
del caballo en la testera;
y se pintan de manera
que horrorizan de fierazos.

Hilario Ascasubi



Ahora

¿En qué momento uno se debe de marchar
Olvidar
Cerrar la puerta detrás?

En qué momento uno debe despertar y enfrentar
La realidad que está sin poder ahogarla más?

¿En qué momento uno debe desistir
Renunciar
Dejar ir lo que no será,
Abrir los brazos y dejar volar?

¿En qué momento uno se debe desprender
de los rostros, de los nombres,
de las manos  que sanaron nuestros temores?
Y cuándo, entonces, uno camina y se aleja
De lo insalvable de cada adiós,
De lo redimible de cada instante?

¿Cuándo es momento, entonces, de marcharse
Olvidar
Sin más
cerrar la puerta detrás?

María José Real



Miguelito (fragmento)

Cada zona, cada clima, cada tierra, da sus frutos especiales. Ni la ciencia, ni el arte, inteligentemente aplicados por el ingenio humano, alcanzan a producir los efectos químiconaturales de la generación espontánea.
Las blancas y perfumadas flores del aire de las islas paranaenses; las esbeltas y verdes palmeras de Morería; los encumbrados y robustos cedros del Líbano; los banianos de la India, cuyos gajos cayendo hasta el suelo, toman raíces, formando vastísimas galerías de fresco y tupido follaje, crecen en los invernáculos de los jardines zoológicos en Londres y París. Pero, ¿cómo? Mustias y sin olor aquéllas, bajas y amarillentas éstas; enanos, raquíticos los unos sin su esplendor tropical los otros.
Lo mismo en esa bella planta indígena, que se desarrolla del interior al exterior; que vive de la contemplación y del éxtasis, que canta y que llora, que ama y aborrece, que muere en el presente para poder vivir en la posteridad.
El aire libre, el ejercicio varonil del caballo, los campos abiertos como el mar, las montañas empinadas hasta las nubes, la lucha, el combate diario, la ignorancia, la pobreza, la privación de la dulce libertad, el respeto por la fuerza; la aspiración inconsciente de una suerte mejor -la contemplación del panorama físico y social de esta patria-, produce un tipo generoso, que nuestros políticos han perseguido y estigmatizado, que nuestros bardos no han tenido el valor de cantar, sino para hacer su caricatura.
La monomanía de la imitación quiere despojarnos de todo: de nuestra fisonomía nacional, de nuestras costumbres, de nuestra tradición.
Nos van haciendo un pueblo de zarzuela. Tenemos que hacer todos los papeles, menos el que podemos. Se nos arguye con las instituciones, con las leyes, con los adelantos ajenos. Y es indudable que avanzamos.
Pero ¿no habríamos avanzado más estudiando con otro criterio los problemas de nuestra organización e inspirándonos en las necesidades reales de la tierra?
Más grande somos por nuestros arranques geniales, que por nuestras combinaciones frías y reflexivas.
¿A dónde vamos por ese camino?
A alguna parte, a no dudarlo.
No podemos quedarnos estacionarios, cuando hay una dinámica social que hace que el mundo marche y que la humanidad progrese.

Lucio V. Mansilla



Miguelito (fragmento)

Toda narración sencilla, natural, sin artificios ni afectación, halla eco simpático en el corazón.
El ideal no puede realizarse sino manteniéndonos dentro de los límites de la naturaleza.
¿O no existe, o no es verdad?
¿O no hay belleza plástica: rasgos, líneas, forma humana perfectas?
¿O no hay belleza aérea: accidentes, fenómenos fugitivos, perfección moral?
Miguelito me había cautivado.
Era como una aparición novelesca en el cuadro romántico de mi peregrinación; de la azarosa cruzada que yo había emprendido devorado por una fiebre generosa de acción, con una idea determinada, y digo determinada, porque siendo la capacidad del hombre limitada, para hacer algo útil, grande o bueno, tenemos necesariamente que circunscribir nuestra esfera de acción.
Viendo el tinte de tristeza que vagaba por su simpática fisonomía, lo dejé un rato replegado sobre sí mismo, y cuando la nube sombría de sus recuerdos se disipó, le dije:
-Continúa, hijo, la historia de tu vida; me interesa.
Miguelito continuó.
-Yo no vivía con mis padres; ellos estaban sumamente pobres, y yo había gastado cuanto tenía por la libertad de mi viejo. Tuve que irme a vivir con la familia de Regina.
"Los primeros tiempos anduve muy bien con mi mujer.
"Mis suegros me querían y me ayudaban a trabajar, prestándome dinero, me cuidaban y me atendían.
"Al principio todos los suegros son buenos. ¡Pero después!
"Por eso los indios tienen razón en no tratarse con ellos.
-¿Conoce esa costumbre de aquí, mi Coronel?"
-No, Miguelito. ¿Qué costumbre es ésa?
-Cuando un indio se casa, y el suegro o la suegra van a vivir con él, no se ven nunca, aunque estén juntos. Dicen que los suegros tienen gualicho .
"Fíjese lo que entre en un toldo y verá cómo cuelgan unas mantas para no verse el yerno con la suegra.
-Vaya una costumbre, que no anda tan desencaminada -exclamé para mis adentros, y dirigiéndome a mi interlocutor-: Continúa -le dije.
Miguelito murmuró:
-Son muy diantres estos indios, mi Coronel -y prosiguió así:
"Al poco tiempo no más de estar casado con la Regina, ya comenzó mi familia a andar como mi padre y mi madre.
"Todos los días nos peleábamos- parecíamos perros y gatos.
"Y en todas las riñas que teníamos se metía mi suegro, algunas veces mi suegra, siempre dándole la razón a la hija.
"Cuando la sacaba mejor tenía que salirme de la casa, dejando que me gritasen pícaro, calavera, pobretón.
"Me daba rabia y no volvía en muchos días; me lo llevaba comadreando por ahí, y era peor.
"Así es el mundo.
"De yapa, cuando volvía, como la Regina estaba mal acostumbrada, porque los padres la aconsejaban, no quería ser mi mujer.
"Me daba rabia y poco a poco le iba perdiendo el cariño.

Lucio V. Mansilla



El camino de nuestra casa

Nos eres familiar como una cosa
que fuese nuestra, solamente nuestra;
familiar en las calles, en los árboles
que bordean la acera,
en la alegría bulliciosa y loca
de los muchachos, en las caras
de los viejos amigos,
en las historias íntimas que andan
de boca en boca por el barrio
y en la monotonía dolorida
del quejoso organillo
que tanto gusta oír nuestra vecina,
la de los ojos tristes...

         Te queremos
con un cariño antiguo y silencioso,
¡caminito de nuestra casa! ¡Vieras
con qué cariño te queremos!
         ¡Todo
lo que nos haces recordar!

         Tus piedras
parece que guardasen en secreto
el rumor de los pasos familiares
que se apagaron hace tiempo... Aquéllos
que ya no escucharemos a la hora
habitual del regreso.

         Caminito
de nuestra casa, eres
como un rostro querido
que hubiéramos besado muchas veces:
¡tanto te conocemos!

Todas las tardes, por la misma calle,
miramos con mirar sereno
la misma escena alegre o melancólica,
la misma gente... ¡Y siempre la muchacha
modesta y pensativa que hemos visto
envejecer sin novio... resignada!
De cuando en cuando, caras nuevas,
desconocidas, serias o sonrientes,
que nos miran pasar desde la puerta.
Y aquellas otras que desaparecen
poco a poco, en silencio,
las que se van del barrio o de la vida,
sin despedirse.

         ¡Oh, los vecinos
que no nos darán más los buenos días!
Pensar que alguna vez nosotros
también por nuestro lado nos iremos,
quién sabe dónde, silenciosamente
como se fueron ellos...

Evaristo Carriego



Extrañarte es así

No traducir a voz mis pensamientos
Vagar inútilmente por  el rincón de mi vida que ya es el nuestro
Sentarme callada tan solo a pensarte
Dormirme quieta
Despertar intranquila
Esperar tu llegada al filo de la nostalgia
Luneciendo ante cada momento
Que debería de ser para ti
Y respirar con dificultad,
Latir con lentitud
Vivir de la esperanza
De pura añoranza.
Extrañarte es así

María José Real



El caballo del gaucho

Mi caballo era mi vida, mi bien, mi único tesoro.
Juan M. Gutierrez

Mi caballo era ligero
como la luz del lucero
que corre al amanecer;
cuando al galope partía
al instante se veía
en los espacios perder.

Sus ojos eran estrellas
sus patas unas centellas,
que daban chispas y luz:
cuanto lejos divisaba
en su carrera alcanzaba,
fuese tigre o avestruz.

Cuando rendía mi brazo
para revolear el lazo
sobre algún toro feroz,
si el toro nos embestía,
al fiero animal tendía
de una pechada veloz.

En la guardia de frontera
paraba oreja agorera
del indio al sordo tropel,
y con relincho sonoro
daba el alerta mi moro
como centinela fiel.

En medio de la pelea,
donde el coraje campea,
se lanzaba con ardor;
y su estridente bufido
cual del clarín el sonido
daba al jinete valor.

A mi lado ha envejecido,
y hoy está cual yo rendido
por la fatiga y la edad;
pero es mi sombra en verano,
y mi brújula en el llano,
mi amigo en la soledad.

Ya no vamos de carrera
por la extendida pradera
pues somos viejos los dos.
¡Oh mi moro, el cielo quiera
acabemos la carrera
muriendo juntos los dos!

Bartolomé Mitre (1838)



Carta de Anastasio el Pollo sobre el Beneficio de la Sra. La Grua (fragmento)

Si me quieren emprestar
caballeros su atinción,
velay con satisfaición
me arremangaré a puntiar,
porque pretiendo contar
un caso que me ha pasao
a causa de haber dentrao
antinoche al caserón
que es el Treato de Carlón
asigún me han indilgao.
En ancas de churrasquiar,
antiyer al mediodía,
me largué a la Polecía
ande me jui a presentar
por si me querían dar,
como otras veces me han dao,
un como certificao
de marcación o boleto,
que me encargó ño Anacleto
a fines del mes pasao.
A Dios gracias conseguí
sacar aquel documento,
ansina jue que contento
y puerta ajuera salí.
En el momento alvertí,
como pa el juerte mirando,
que estaba relampagueando
sobre una torre un farol,
porque en la ocasión el Sol
de lleno le estaba dando.
Por saber le pregunté
lo que eso era a un vigilante,
el que me dijo al instante:
-velay, lo complaceré.
La torre y farol que ve,
paisano, e la nueva Duana,
que más hoy o más mañana,
porque la obra marcha al trote,
mostrará que Monguillote
tiene más pulgas que lana.
¡Bien aiga el hombre ladino!
Le contesté en la ocasión,
y le oferté del tirón
giñiebra, aguardiente y vino,
pero el hombre jue tan fino
que me respondió: -Paisano,
soy hombre que no me mamo.
Velay, porque soy empleao;
pues si me encuentran mamao
tal vez no tenga reclamo.
Yo dentré a ofertarle plata;
y no la quiso agarrar,
diciendo que iba a cobrar
la multa de una mulata
que a causa de una batata
que en el mercao solivió
a tres gringos insultó
del modo más albitrario,
dentrando hasta el Comisario
que retovao la multó.
Yo al hombre le agradecí
por su güena voluntá,
y le oferté mi amistá
cuando me le despedí.
A media plaza alvertí
que lo habían levantao
al cuartel del alumbrao
que fue antes el Caleseo
y que a todito un blanqueo
parejo le habían dao.
Encima del caserón
vi de puesta una bandera,
y colegí que aquello era
o Batería o Cantón.
Como vide un cartelón
y escuché adentro una bulla,
leálo por vida suya,
me le dije a un naranjero,
que dijo liendo el letrero:
"Bineficio de la Gruya".

Estanislao del Campo (1857)



Ojalá

Ojalá tú pudieras ver lo que yo en tus ojos veo
y me dejaras convencerte
de que tú eres todo lo que esperas;
todo lo que quieres.
Ojalá desde mí pudieras sentirte
como yo te siento a ti
como te adivino la sonrisa que no expresas
la lágrima que no liberas
Ojalá tú como yo te enamoraras un poquito de ti.

María José Real



LX

¿Mi corazón se ha dormido?
Colmenares de mis sueños,
¿ya no labrais?¿está seca
la noria del pensamiento,
los cangilones vacíos,
girando, de sombras llenos?
No, mi corazón no duerme.
Está despierto, despierto.
Ni duerme ni sueña, mira,
los claros ojos abiertos,
señas lejanas y escucha
a orillas del gran silencio.

Antonio Machado



LIX

Anoche cuando dormía
soñé,¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Dí,¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
de donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé,¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé,¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé,¡bendita ilusión!,
que era DIOS lo que tenía
dentro de mi corazón.

Antonio Machado



El Inconstante

Los ojos se me fueron
detrás de una morena que pasó.
Era de nácar negro,
Era de uvas moradas,
Y me azotó la sangre
Con su cola de fuego.
Detrás de todas
me voy.
Pasó una clara rubia
Como una planta de oro
Balanceando sus dones.
Y mi boca se fué
Como una ola
Descargando en su pecho
Relámpagos de sangre.
Detrás de todas
me voy.
Pero a ti, sin moverme,
sin verte, tu distante,
van mi sangre y mis besos,
morena y clara mía,
alta y pequeña mía,
ancha y delgada mía,
mi fea, mi hermosura,
hecha de todo el oro
y de toda la plata,
hecha de todo el trigo
y de toda la tierra,
Hecha de toda el agua
De las olas marinas,
Hecha para mis brazos,
Hecha para mis besos,
Hecha para mi alma.

Pablo Neruda



Si sólo fuera...

Si sólo fuera un animal de amor,
agradecidamente dejaría
rodar la noche, despeñarse el día;
si sólo fuera un animal de amor.

Concertar un violín fuera mejor
que, entre una y otra pulsación, diría
el regocijo, la melancolía,
el sol, la paz, la miel, la flor.

O que cayeran glorias de los árboles
de modo que, al andarlos sacudiendo,
se coronara la frente de olor.

¡A ver si, a la hora de colgar las alas,
se me rendía en premio la palabra!
Si sólo fuera un animal de amor.

Alfonso Reyes



El Laberinto (cuento)
Silbó el machete y cortó de tajo la pierna. La mujer hipnotizada observó al guerrero que volvió a levantar el filoso acero, rasgó el aire y corto limpiamente la otra pierna.
Descansó un momento, se atusó la barba y el bigote. Su mirada fría prometía un rápido final. Se creo un silencio reverente sólo interrumpido por el sonido del filoso instrumento al cortar los otros miembros. Finalmente limpió la hoja y envolvió los restos cuidadosamente. Se volvió a la mujer que morbosamente no había perdido detalle y con voz ronca le dijo:
- Aquí tiene, marchantita, su pollo bien partido en piezas. Son treinta y dos pesos. Y ya sabe que siempre estamos a sus órdenes en su pollería "El laberinto".

Jesús Robledo Peón
Mexico, 1999.



Noches Blancas (tango)

Noches blancas
puesta en marcha de la espera
No preguntes
la mañana cuándo llega
La garganta
se atraganta de saliva
Una gesta
sin ninguna utilidad
La belleza
es un cuerpo que se oxida
en la noche blanca y fría
que no quiere terminar
Sus reservas
se le acaban enseguida
puro instinto es lo que queda
en la negra oscuridad
Noches blancas
paradigma de las ansias
El deseo
de entregarse a lo primero
que nos lleve
a través del pensamiento
sin demoras
rectamente hacia el final
La esperanza
se congela entre las mantas
en la noche bajo cero
que no quiere terminar
Un fantasma
hace polvo las persianas
y aparece la memoria
a adueñarse del lugar
Noches blancas
el insomnio es una marca
No hace falta
responder aquella carta
Las palabras
se asemejan a las plumas
de la almohada
que no deja respirar
La mañana
se amontona en la cornisa
de la noche advenediza
que no quiere terminar
Sus entrañas
se parecen a las mías
en la cama ancha y fría
que me obliga a recordar

Laura Calvo



Y yo salí de mi (tango)

Y yo salí de mí siendo yo
y siendo ajena lo mismo que las sombras
No se puede separar de la ficción
el sentimiento que la vida nos imponga
Necesidad de sorprender
luchar en el intento cuerpo a cuerpo
empapelar de libertad cada renglón
aventurándose en el filo de lo incierto
 
Quien no le teme a la ternura
no necesita probar nada ni exhibirse
no necesita negociar con la cordura
(poesía blanda, poesía dura)    estribillo
Es tan negra la amargura
de quien descree de la piedad
no hay camino de salida
y el de regreso es a la propia soledad
 
Y yo salí de mí siendo yo
y siendo ajena lo mismo que las sombras
Ceremonial de destrucción
la vida hiere, la muerte reconforta
Indignación de respirar
hablar de lo indecible y transitarlo
ser devorada entre las líneas de un deseo imaginario
hasta perder la dirección original

Laura Calvo



Cómo te quiero

Cómo te quiero, preguntas
y ni yo misma conozco la respuesta

Te quiero sencillo y noble
Te quiero lleno de errores
Te quiero cuando me miras
y en silencio permaneces
sin lograr decirme lo que sientes
Te quiero cuando callas
al no entender mi calma
Te quiero apacible
Te quiero inquieto
Te quiero por prescindir de mis recuerdos
Te quiero porque no tienes respuesta
ni conoces la frase correcta
para sanar mi repentina tristeza
Te quiero con nostalgia
a veces con pereza
Te quiero con la más pura certeza

Cómo te quiero, preguntas
y no me basta esta respuesta.

María José Real



Desgana

No tengo ganas de escribir
pero la letra avanza sola
forma palabras y relevos
que conozco como míos
en la ventana llueve
tantas veces en la calle
brilló sin fundamento
no tengo ganas de escribir
por eso queda el tiempo en blanco
y no es un blanco de inocencia
ni de palomas ni de gracia
en la ventana llueve
tantas veces en la calle
se anegó de presagios
no tengo ganas de escribir
pero la lluvia llueve sola.

Mario Benedetti




El barrio

Volver al barrio siempre es una huida
casi como enfrentarse a dos espejos
uno que ve de cerca / otro de lejos
en la torpe memoria repetida
la infancia / la que fue / sigue perdida
no eran así los patios / son reflejos /
esos niños que juegan ya son viejos
y van con más cautela por la vida
el barrio tiene encanto y lluvia mansa
rieles para un tranvía que descansa
y no irrumpe en la noche ni madruga
si uno busca trocitos de pasado
tal vez se halle a sí mismo ensimismado /
volver al barrio siempre es una fuga.

Mario Benedetti



Enamorarse y no

Cuando uno se enamora las cuadrillas
del tiempo hacen escala en el olvido
la desdicha se llena de milagros
el miedo se convierte en osadía
y la muerte no sale de su cueva
enamorarse es un presagio gratis
una ventana abierta al árbol nuevo
una proeza de los sentimientos
una bonanza casi insoportable
y un ejercicio contra el infortunio
por el contrario desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba
es regresar más pobre al viejo enigma
y dar con la tristeza en el espejo.

Mario Benedetti




Sirena

Tengo la convicción de que no existes
y sin embargo te oigo cada noche
te invento a veces con mi vanidad
o mi desolación o mi modorra
del infinito mar viene su asombro
lo escucho como un salmo y pese a todo
tan convencido estoy de que no existes
que te aguardo en mi sueño para luego.

Mario Benedetti




Todavía

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría
palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo
tus manos y sin embargo
todavía no lo creo
tu regreso tiene tanto
que ver contigo y conmigo
que por cábala lo digo
y por las dudas lo canto
nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
porque estás llegando a casa
sin embargo todavía dudo
de esta buena suerte
porque el cielo de tenerte
me parece fantasía
pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro
y aunque no siempre he entendido
mis culpa y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido
y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más
todavía.

Mario Benedetti