Rincón Literario 2002 Y si... Y si te digo que te bajo las estrellas y me salgo por entero de tu esquema... y si te afirmo que soy frase inventándose una excusa en medio de la concepción difusa de este espacio sembrado de anhelo... y si te grito lo que soy lo que me desahogo y lo que entiendo y te tomo de la mano para esconderme contigo del tiempo... Y si te leo y te dibujo y en poema te convierto y entre mi historia te capturo y marcharte ya no... ¿y si logro que mañana no te quieras ya marchar? Y si te enamoro y si me amas y si me pones en peligro el alma y me sofismas la razón con tu sonrisa... y si inerme me descubro ante tu lógica abandonando el último resquicio de cordura que me recuerde el origen Y si me enamoro y si te amo y te reconozco y nos encontramos María José Real En una madrugad fría emerge la deseperanza ¿Qué sería del llanto y de los poetas sin una historia triste que contar, sin un amor nuevo para esperar? Autor desconocido Gente Hay gente que con sólo decir una palabra enciende la ilusión y los rosales que con sólo sonreír entre los ojos nos invita a viajar por otras zonas, nos hace recorrer toda la magia. Hay gente que con sólo dar la mano rompe la soledad, pone la mesa sirve el puchero, coloca las guirnaldas; que con sólo empuñar una guitarra hace una sinfonía de entrecasa. Hay gente que con sólo abrir la boca llega hasta todos los límites del alma, alimenta una flor, inventa sueños, hace cantar el vino en las tinajas y se queda después como si nada. Y uno se va de novio con la vida desterrando una muerte solitaria pues sabe que a la vuelta de la esquina hay gente que es así, tan necesaria. Autor desconocido El eclipse Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora. Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo. Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas. Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida. -Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura. Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén. Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles. Augusto Monterroso La de la promesa ¿Quién es esta mujer que al hablar me calla Que me dice que me ama y sin más se marcha? ¿Quién es esta que me angustia Que me llama Que me inunda como mar el alma Y busca en mi derramar su vida Quién en su tristeza me recuerda Y por ser ella a rezar me invita? ¿Quién es esta mujer que me sorprende con su niña Que me toma de la mano Y a mi lado en silencio camina? Es mi amiga, es mi estrella La sonrisa de la luna Que cada noche me alienta La eterna compañera La que en mis ojos se encuentra... Es ella, la de La Promesa. María José Real Siempre Antes de mí no tengo celos. Ven con un hombre a la espalda, ven con cien hombres en tu cabellera, ven con mil hombres entre tu pecho y tus pies, ven como un río lleno de ahogados que encuentra el mar furioso, la espuma eterna, ¡el tiempo! Tráelos todos adonde yo te espero: siempre estaremos solos, siempres estaremos tú y yo solos sobre la tierra ¡para comenzar la vida! Pablo Neruda LIII Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contremplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres... ésas... ¡no volverán! Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán. Pero aquellas cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar, y caer como lágrimas del día... ésas... ¡no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar, tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará. Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios antes su altar, como yo te he querido..., desengáñate, así ... ¡no te querrán! Gustavo Adolfo Bécquer Yo sé que ver y oir a un triste enfada Yo sé que ver y oír a un triste enfada, cuando se viene y va de la alegría como un mar meridiano a una bahía esquiva, cejijunta y desolada. Lo que he sufrido y nada, todo es nada, para lo que me queda todavía que sufrir, el rigor de esa agonía de abocarme y ver piedra en tu mirada. Me callaré, me apartaré (si puedo) con mi pena constante, instante, plena, adonde ni has de oírme ni he de verte. Me voy, amor, me voy, pero me quedo, pero me voy, desierto y sin arena. Adiós, amor; adiós hasta la muerte. Miguel Hernández No hay nadie que ama la luna tanto como las estrellas del cielo. No hay nadie que ama la orilla tanto como las olas del mar. También yo te amo, lo sabes y quisiera siempre quedarme contigo. En cambio tengo que partir. Pero el amor no debe acabar, quisiera siempre quedarme contigo. También si tu te marcharas quedaríamos siempre juntos Porque cuando se pone a lo lejos la luna queda en espera del cielo. Cuando desaparece a lo lejos, la orilla queda en espera del mar. Autor desconocido Cultivo una rosa blanca Cultivo una rosa blanca En julio como en enero, Para el amigo sincero Que me da su mano franca. Y para el cruel que me arranca El corazón con que vivo, Cardo ni ortiga cultivo, Cultivo una rosa blanca. José Martí. Estuve en tu conciencia Por las rendijas de tu espíritu espié a tu conciencia, hallé flores secas exhalando suspiros; árboles de ilusiones y lagunas de agua de mar a la cual extrajiste la sal; ví arcos iris escarlatas dando muerte a las lluvias a quienes le exprimiste el agua. Dentro de tu conciencia rebusqué mis recuerdos. Solo hallé una bóveda .Ninfas la cuidaban a quienes prometí ofertas de fé y esperanzas. Abrí la caja, estaba llena de hojas de sentimientos que al tacto de mis manos se hicieron ramos de viento. Regresé sin conocer tus secretos de conciencia. No hubo timidez de mi parte. Quería escarbar tu pasado. Todo estaba cubierto con flores de nomeolvides y con rayos de sol ya sin color y sin belleza. En los nichos de tu conciencia estaban figuras muertas de amores pasados. Alcancé un altar donde había un Cristo con mi faz. Me cansé de hurgar tus secretos... Al final pude oír tu voz, evocando a tus amores perdidos, ¡Menos a mí...! Marco Segovia (Mexico, Julio 2001) Santos Vega, el payador (fragmento) Ello es que allí se juntaron de pura casualidá, pero, muy de voluntá, lo que medio se trataron, hicieron una amistá Conviniendo en que se apiaban por la calor apuraos, y en que traiban fatigaos los pingos como que estaban enteramente sudaos; Ansí es que desensillaron, y, a fin que no se asoliasen los fletes y se pasmasen, a la sombra los ataron para que se refescasen. Luego, al rasparle el sudor Santos Vega a su bragao, reparó que a su costao estaba en el maniador el rubicano enredao. Y al dir a desenredarlo, cuando la marca le vio, tan fiero se sosprendió, que sin poder ocultarlo ahi mesmo se santiguó. Tolosa luego también se asustó de Vega al verlo triste, y por entretenerlo, haciéndose como quien suponía conocerlo: -¿No es usté el amigo Ortega? Tolosa le preguntó: y el viejo, ansí que le oyó: -No, amigo; soy Santos Vega su servidor, respondió. A esta oferta el Santiagueño se quitó el sombrero atento, y con todo acatamiento se le ofreció con empeño a servirlo al pensamiento. Hilario Ascasubi Santos Vega, el payador (fragmento) Siempre al ponerse en camino a dar un malón la Indiada se junta a la madrugada al redor de su adivino; quien el más feliz destino a todos les asigura, y los anima y apura a que marchen persuadidos de que no serán vencidos y harán la buena ventura. Pero, al invadir la Indiada se siente, porque a la fija del campo la sabandija juye adelante asustada, y envueltos en la manguiada vienen perros cimarrones,, zorros, avestruces, liones, gamas, liebres y venaos, y cruzan atribulaos por entre las poblaciones. Entonces los ovejeros coliando bravos torean, y también revoletean gritando los teruteros; pero, eso sí, los primeros que anuncian la novedá con toda siguridá, cuando los indios avanzan, son los chajases que lanzan volando: ¡chajá! ¡chajá! Y atrás de esas madrigueras que los salvajes espantan, campo ajuera se levantan, como nubes, polvaderas preñadas todas enteras de Pampas desmelenaos, que al trote largo apuraos, sobre sus potros tendidos, cargan pegando alaridos, y en medía luna formaos. Desnudos de cuerpo entero traen sólo encima del lomo prendidos, o no sé cómo, sus quillapices de cuero y unas tiras de plumero por las canillas y brazos; de ahí grandes cascabelazos del caballo en la testera; y se pintan de manera que horrorizan de fierazos. Hilario Ascasubi Ahora ¿En qué momento uno se debe de marchar Olvidar Cerrar la puerta detrás? En qué momento uno debe despertar y enfrentar La realidad que está sin poder ahogarla más? ¿En qué momento uno debe desistir Renunciar Dejar ir lo que no será, Abrir los brazos y dejar volar? ¿En qué momento uno se debe desprender de los rostros, de los nombres, de las manos que sanaron nuestros temores? Y cuándo, entonces, uno camina y se aleja De lo insalvable de cada adiós, De lo redimible de cada instante? ¿Cuándo es momento, entonces, de marcharse Olvidar Sin más cerrar la puerta detrás? María José Real Miguelito (fragmento) Cada zona, cada clima, cada tierra, da sus frutos especiales. Ni la ciencia, ni el arte, inteligentemente aplicados por el ingenio humano, alcanzan a producir los efectos químiconaturales de la generación espontánea. Las blancas y perfumadas flores del aire de las islas paranaenses; las esbeltas y verdes palmeras de Morería; los encumbrados y robustos cedros del Líbano; los banianos de la India, cuyos gajos cayendo hasta el suelo, toman raíces, formando vastísimas galerías de fresco y tupido follaje, crecen en los invernáculos de los jardines zoológicos en Londres y París. Pero, ¿cómo? Mustias y sin olor aquéllas, bajas y amarillentas éstas; enanos, raquíticos los unos sin su esplendor tropical los otros. Lo mismo en esa bella planta indígena, que se desarrolla del interior al exterior; que vive de la contemplación y del éxtasis, que canta y que llora, que ama y aborrece, que muere en el presente para poder vivir en la posteridad. El aire libre, el ejercicio varonil del caballo, los campos abiertos como el mar, las montañas empinadas hasta las nubes, la lucha, el combate diario, la ignorancia, la pobreza, la privación de la dulce libertad, el respeto por la fuerza; la aspiración inconsciente de una suerte mejor -la contemplación del panorama físico y social de esta patria-, produce un tipo generoso, que nuestros políticos han perseguido y estigmatizado, que nuestros bardos no han tenido el valor de cantar, sino para hacer su caricatura. La monomanía de la imitación quiere despojarnos de todo: de nuestra fisonomía nacional, de nuestras costumbres, de nuestra tradición. Nos van haciendo un pueblo de zarzuela. Tenemos que hacer todos los papeles, menos el que podemos. Se nos arguye con las instituciones, con las leyes, con los adelantos ajenos. Y es indudable que avanzamos. Pero ¿no habríamos avanzado más estudiando con otro criterio los problemas de nuestra organización e inspirándonos en las necesidades reales de la tierra? Más grande somos por nuestros arranques geniales, que por nuestras combinaciones frías y reflexivas. ¿A dónde vamos por ese camino? A alguna parte, a no dudarlo. No podemos quedarnos estacionarios, cuando hay una dinámica social que hace que el mundo marche y que la humanidad progrese. Lucio V. Mansilla Miguelito (fragmento) Toda narración sencilla, natural, sin artificios ni afectación, halla eco simpático en el corazón. El ideal no puede realizarse sino manteniéndonos dentro de los límites de la naturaleza. ¿O no existe, o no es verdad? ¿O no hay belleza plástica: rasgos, líneas, forma humana perfectas? ¿O no hay belleza aérea: accidentes, fenómenos fugitivos, perfección moral? Miguelito me había cautivado. Era como una aparición novelesca en el cuadro romántico de mi peregrinación; de la azarosa cruzada que yo había emprendido devorado por una fiebre generosa de acción, con una idea determinada, y digo determinada, porque siendo la capacidad del hombre limitada, para hacer algo útil, grande o bueno, tenemos necesariamente que circunscribir nuestra esfera de acción. Viendo el tinte de tristeza que vagaba por su simpática fisonomía, lo dejé un rato replegado sobre sí mismo, y cuando la nube sombría de sus recuerdos se disipó, le dije: -Continúa, hijo, la historia de tu vida; me interesa. Miguelito continuó. -Yo no vivía con mis padres; ellos estaban sumamente pobres, y yo había gastado cuanto tenía por la libertad de mi viejo. Tuve que irme a vivir con la familia de Regina. "Los primeros tiempos anduve muy bien con mi mujer. "Mis suegros me querían y me ayudaban a trabajar, prestándome dinero, me cuidaban y me atendían. "Al principio todos los suegros son buenos. ¡Pero después! "Por eso los indios tienen razón en no tratarse con ellos. -¿Conoce esa costumbre de aquí, mi Coronel?" -No, Miguelito. ¿Qué costumbre es ésa? -Cuando un indio se casa, y el suegro o la suegra van a vivir con él, no se ven nunca, aunque estén juntos. Dicen que los suegros tienen gualicho . "Fíjese lo que entre en un toldo y verá cómo cuelgan unas mantas para no verse el yerno con la suegra. -Vaya una costumbre, que no anda tan desencaminada -exclamé para mis adentros, y dirigiéndome a mi interlocutor-: Continúa -le dije. Miguelito murmuró: -Son muy diantres estos indios, mi Coronel -y prosiguió así: "Al poco tiempo no más de estar casado con la Regina, ya comenzó mi familia a andar como mi padre y mi madre. "Todos los días nos peleábamos- parecíamos perros y gatos. "Y en todas las riñas que teníamos se metía mi suegro, algunas veces mi suegra, siempre dándole la razón a la hija. "Cuando la sacaba mejor tenía que salirme de la casa, dejando que me gritasen pícaro, calavera, pobretón. "Me daba rabia y no volvía en muchos días; me lo llevaba comadreando por ahí, y era peor. "Así es el mundo. "De yapa, cuando volvía, como la Regina estaba mal acostumbrada, porque los padres la aconsejaban, no quería ser mi mujer. "Me daba rabia y poco a poco le iba perdiendo el cariño. Lucio V. Mansilla El camino de nuestra casa Nos eres familiar como una cosa que fuese nuestra, solamente nuestra; familiar en las calles, en los árboles que bordean la acera, en la alegría bulliciosa y loca de los muchachos, en las caras de los viejos amigos, en las historias íntimas que andan de boca en boca por el barrio y en la monotonía dolorida del quejoso organillo que tanto gusta oír nuestra vecina, la de los ojos tristes... Te queremos con un cariño antiguo y silencioso, ¡caminito de nuestra casa! ¡Vieras con qué cariño te queremos! ¡Todo lo que nos haces recordar! Tus piedras parece que guardasen en secreto el rumor de los pasos familiares que se apagaron hace tiempo... Aquéllos que ya no escucharemos a la hora habitual del regreso. Caminito de nuestra casa, eres como un rostro querido que hubiéramos besado muchas veces: ¡tanto te conocemos! Todas las tardes, por la misma calle, miramos con mirar sereno la misma escena alegre o melancólica, la misma gente... ¡Y siempre la muchacha modesta y pensativa que hemos visto envejecer sin novio... resignada! De cuando en cuando, caras nuevas, desconocidas, serias o sonrientes, que nos miran pasar desde la puerta. Y aquellas otras que desaparecen poco a poco, en silencio, las que se van del barrio o de la vida, sin despedirse. ¡Oh, los vecinos que no nos darán más los buenos días! Pensar que alguna vez nosotros también por nuestro lado nos iremos, quién sabe dónde, silenciosamente como se fueron ellos... Evaristo Carriego Extrañarte es así No traducir a voz mis pensamientos Vagar inútilmente por el rincón de mi vida que ya es el nuestro Sentarme callada tan solo a pensarte Dormirme quieta Despertar intranquila Esperar tu llegada al filo de la nostalgia Luneciendo ante cada momento Que debería de ser para ti Y respirar con dificultad, Latir con lentitud Vivir de la esperanza De pura añoranza. Extrañarte es así María José Real El caballo del gaucho Mi caballo era mi vida, mi bien, mi único tesoro. Juan M. Gutierrez Mi caballo era ligero como la luz del lucero que corre al amanecer; cuando al galope partía al instante se veía en los espacios perder. Sus ojos eran estrellas sus patas unas centellas, que daban chispas y luz: cuanto lejos divisaba en su carrera alcanzaba, fuese tigre o avestruz. Cuando rendía mi brazo para revolear el lazo sobre algún toro feroz, si el toro nos embestía, al fiero animal tendía de una pechada veloz. En la guardia de frontera paraba oreja agorera del indio al sordo tropel, y con relincho sonoro daba el alerta mi moro como centinela fiel. En medio de la pelea, donde el coraje campea, se lanzaba con ardor; y su estridente bufido cual del clarín el sonido daba al jinete valor. A mi lado ha envejecido, y hoy está cual yo rendido por la fatiga y la edad; pero es mi sombra en verano, y mi brújula en el llano, mi amigo en la soledad. Ya no vamos de carrera por la extendida pradera pues somos viejos los dos. ¡Oh mi moro, el cielo quiera acabemos la carrera muriendo juntos los dos! Bartolomé Mitre (1838) Carta de Anastasio el Pollo sobre el Beneficio de la Sra. La Grua (fragmento) Si me quieren emprestar caballeros su atinción, velay con satisfaición me arremangaré a puntiar, porque pretiendo contar un caso que me ha pasao a causa de haber dentrao antinoche al caserón que es el Treato de Carlón asigún me han indilgao. En ancas de churrasquiar, antiyer al mediodía, me largué a la Polecía ande me jui a presentar por si me querían dar, como otras veces me han dao, un como certificao de marcación o boleto, que me encargó ño Anacleto a fines del mes pasao. A Dios gracias conseguí sacar aquel documento, ansina jue que contento y puerta ajuera salí. En el momento alvertí, como pa el juerte mirando, que estaba relampagueando sobre una torre un farol, porque en la ocasión el Sol de lleno le estaba dando. Por saber le pregunté lo que eso era a un vigilante, el que me dijo al instante: -velay, lo complaceré. La torre y farol que ve, paisano, e la nueva Duana, que más hoy o más mañana, porque la obra marcha al trote, mostrará que Monguillote tiene más pulgas que lana. ¡Bien aiga el hombre ladino! Le contesté en la ocasión, y le oferté del tirón giñiebra, aguardiente y vino, pero el hombre jue tan fino que me respondió: -Paisano, soy hombre que no me mamo. Velay, porque soy empleao; pues si me encuentran mamao tal vez no tenga reclamo. Yo dentré a ofertarle plata; y no la quiso agarrar, diciendo que iba a cobrar la multa de una mulata que a causa de una batata que en el mercao solivió a tres gringos insultó del modo más albitrario, dentrando hasta el Comisario que retovao la multó. Yo al hombre le agradecí por su güena voluntá, y le oferté mi amistá cuando me le despedí. A media plaza alvertí que lo habían levantao al cuartel del alumbrao que fue antes el Caleseo y que a todito un blanqueo parejo le habían dao. Encima del caserón vi de puesta una bandera, y colegí que aquello era o Batería o Cantón. Como vide un cartelón y escuché adentro una bulla, leálo por vida suya, me le dije a un naranjero, que dijo liendo el letrero: "Bineficio de la Gruya". Estanislao del Campo (1857) Ojalá Ojalá tú pudieras ver lo que yo en tus ojos veo y me dejaras convencerte de que tú eres todo lo que esperas; todo lo que quieres. Ojalá desde mí pudieras sentirte como yo te siento a ti como te adivino la sonrisa que no expresas la lágrima que no liberas Ojalá tú como yo te enamoraras un poquito de ti. María José Real LX ¿Mi corazón se ha dormido? Colmenares de mis sueños, ¿ya no labrais?¿está seca la noria del pensamiento, los cangilones vacíos, girando, de sombras llenos? No, mi corazón no duerme. Está despierto, despierto. Ni duerme ni sueña, mira, los claros ojos abiertos, señas lejanas y escucha a orillas del gran silencio. Antonio Machado LIX Anoche cuando dormía soñé,¡bendita ilusión!, que una fontana fluía dentro de mi corazón. Dí,¿por qué acequia escondida, agua, vienes hasta mí, manantial de nueva vida de donde nunca bebí? Anoche cuando dormía soñé,¡bendita ilusión!, que una colmena tenía dentro de mi corazón; y las doradas abejas iban fabricando en él, con las amarguras viejas, blanca cera y dulce miel. Anoche cuando dormía soñé,¡bendita ilusión!, que un ardiente sol lucía dentro de mi corazón. Era ardiente porque daba calores de rojo hogar, y era sol porque alumbraba y porque hacía llorar. Anoche cuando dormía soñé,¡bendita ilusión!, que era DIOS lo que tenía dentro de mi corazón. Antonio Machado El Inconstante Los ojos se me fueron detrás de una morena que pasó. Era de nácar negro, Era de uvas moradas, Y me azotó la sangre Con su cola de fuego. Detrás de todas me voy. Pasó una clara rubia Como una planta de oro Balanceando sus dones. Y mi boca se fué Como una ola Descargando en su pecho Relámpagos de sangre. Detrás de todas me voy. Pero a ti, sin moverme, sin verte, tu distante, van mi sangre y mis besos, morena y clara mía, alta y pequeña mía, ancha y delgada mía, mi fea, mi hermosura, hecha de todo el oro y de toda la plata, hecha de todo el trigo y de toda la tierra, Hecha de toda el agua De las olas marinas, Hecha para mis brazos, Hecha para mis besos, Hecha para mi alma. Pablo Neruda Si sólo fuera... Si sólo fuera un animal de amor, agradecidamente dejaría rodar la noche, despeñarse el día; si sólo fuera un animal de amor. Concertar un violín fuera mejor que, entre una y otra pulsación, diría el regocijo, la melancolía, el sol, la paz, la miel, la flor. O que cayeran glorias de los árboles de modo que, al andarlos sacudiendo, se coronara la frente de olor. ¡A ver si, a la hora de colgar las alas, se me rendía en premio la palabra! Si sólo fuera un animal de amor. Alfonso Reyes El Laberinto (cuento) Silbó el machete y cortó de tajo la pierna. La mujer hipnotizada observó al guerrero que volvió a levantar el filoso acero, rasgó el aire y corto limpiamente la otra pierna. Descansó un momento, se atusó la barba y el bigote. Su mirada fría prometía un rápido final. Se creo un silencio reverente sólo interrumpido por el sonido del filoso instrumento al cortar los otros miembros. Finalmente limpió la hoja y envolvió los restos cuidadosamente. Se volvió a la mujer que morbosamente no había perdido detalle y con voz ronca le dijo: - Aquí tiene, marchantita, su pollo bien partido en piezas. Son treinta y dos pesos. Y ya sabe que siempre estamos a sus órdenes en su pollería "El laberinto". Jesús Robledo Peón Mexico, 1999. Noches Blancas (tango) Noches blancas puesta en marcha de la espera No preguntes la mañana cuándo llega La garganta se atraganta de saliva Una gesta sin ninguna utilidad La belleza es un cuerpo que se oxida en la noche blanca y fría que no quiere terminar Sus reservas se le acaban enseguida puro instinto es lo que queda en la negra oscuridad Noches blancas paradigma de las ansias El deseo de entregarse a lo primero que nos lleve a través del pensamiento sin demoras rectamente hacia el final La esperanza se congela entre las mantas en la noche bajo cero que no quiere terminar Un fantasma hace polvo las persianas y aparece la memoria a adueñarse del lugar Noches blancas el insomnio es una marca No hace falta responder aquella carta Las palabras se asemejan a las plumas de la almohada que no deja respirar La mañana se amontona en la cornisa de la noche advenediza que no quiere terminar Sus entrañas se parecen a las mías en la cama ancha y fría que me obliga a recordar Laura Calvo Y yo salí de mi (tango) Y yo salí de mí siendo yo y siendo ajena lo mismo que las sombras No se puede separar de la ficción el sentimiento que la vida nos imponga Necesidad de sorprender luchar en el intento cuerpo a cuerpo empapelar de libertad cada renglón aventurándose en el filo de lo incierto Quien no le teme a la ternura no necesita probar nada ni exhibirse no necesita negociar con la cordura (poesía blanda, poesía dura) estribillo Es tan negra la amargura de quien descree de la piedad no hay camino de salida y el de regreso es a la propia soledad Y yo salí de mí siendo yo y siendo ajena lo mismo que las sombras Ceremonial de destrucción la vida hiere, la muerte reconforta Indignación de respirar hablar de lo indecible y transitarlo ser devorada entre las líneas de un deseo imaginario hasta perder la dirección original Laura Calvo Cómo te quiero Cómo te quiero, preguntas y ni yo misma conozco la respuesta Te quiero sencillo y noble Te quiero lleno de errores Te quiero cuando me miras y en silencio permaneces sin lograr decirme lo que sientes Te quiero cuando callas al no entender mi calma Te quiero apacible Te quiero inquieto Te quiero por prescindir de mis recuerdos Te quiero porque no tienes respuesta ni conoces la frase correcta para sanar mi repentina tristeza Te quiero con nostalgia a veces con pereza Te quiero con la más pura certeza Cómo te quiero, preguntas y no me basta esta respuesta. María José Real Desgana No tengo ganas de escribir pero la letra avanza sola forma palabras y relevos que conozco como míos en la ventana llueve tantas veces en la calle brilló sin fundamento no tengo ganas de escribir por eso queda el tiempo en blanco y no es un blanco de inocencia ni de palomas ni de gracia en la ventana llueve tantas veces en la calle se anegó de presagios no tengo ganas de escribir pero la lluvia llueve sola. Mario Benedetti El barrio Volver al barrio siempre es una huida casi como enfrentarse a dos espejos uno que ve de cerca / otro de lejos en la torpe memoria repetida la infancia / la que fue / sigue perdida no eran así los patios / son reflejos / esos niños que juegan ya son viejos y van con más cautela por la vida el barrio tiene encanto y lluvia mansa rieles para un tranvía que descansa y no irrumpe en la noche ni madruga si uno busca trocitos de pasado tal vez se halle a sí mismo ensimismado / volver al barrio siempre es una fuga. Mario Benedetti Enamorarse y no Cuando uno se enamora las cuadrillas del tiempo hacen escala en el olvido la desdicha se llena de milagros el miedo se convierte en osadía y la muerte no sale de su cueva enamorarse es un presagio gratis una ventana abierta al árbol nuevo una proeza de los sentimientos una bonanza casi insoportable y un ejercicio contra el infortunio por el contrario desenamorarse es ver el cuerpo como es y no como la otra mirada lo inventaba es regresar más pobre al viejo enigma y dar con la tristeza en el espejo. Mario Benedetti Sirena Tengo la convicción de que no existes y sin embargo te oigo cada noche te invento a veces con mi vanidad o mi desolación o mi modorra del infinito mar viene su asombro lo escucho como un salmo y pese a todo tan convencido estoy de que no existes que te aguardo en mi sueño para luego. Mario Benedetti Todavía No lo creo todavía estás llegando a mi lado y la noche es un puñado de estrellas y de alegría palpo gusto escucho y veo tu rostro tu paso largo tus manos y sin embargo todavía no lo creo tu regreso tiene tanto que ver contigo y conmigo que por cábala lo digo y por las dudas lo canto nadie nunca te reemplaza y las cosas más triviales se vuelven fundamentales porque estás llegando a casa sin embargo todavía dudo de esta buena suerte porque el cielo de tenerte me parece fantasía pero venís y es seguro y venís con tu mirada y por eso tu llegada hace mágico el futuro y aunque no siempre he entendido mis culpa y mis fracasos en cambio sé que en tus brazos el mundo tiene sentido y si beso la osadía y el misterio de tus labios no habrá dudas ni resabios te querré más todavía. Mario Benedetti |