Rincón Literario 2004 6/1/04 Ausencia Habré de levantar la vasta vida que aún ahora es tu espejo: cada mañana habré de reconstruirla. Desde que te alejaste, cuántos lugares se han tornado vanos y sin sentido, iguales a luces en el día. Tardes que fueron nicho de tu imagen, músicas en que siempre me aguardabas, palabras de aquel tiempo, yo tendré que quebrarlas con mis manos. ¿En qué hondonada esconderé mi alma para que no vea tu ausencia que como un sol terrible, sin ocaso, brilla definitiva y despiadada? Tu ausencia me rodea como la cuerda a la garganta, el mar al que se hunde. Jorge Luis Borges 13/1/04 La antigua canción Yo cantara tus ojos en estrofas sutil porque el arte me ha dado su lira de marfil; pero al mirar tus ojos de un azul tan profundo, solo se la cancion mas antigua del mundo... Yo podría decir el frescor de tu boca forjando con mis rimas una hiperbole loca; pero cuando en la fiebre de tus labios me hundo solo se la cancion mas antigua del mundo... Es la eterna cancion del eterno embeleso y acompana sus giros musicales el beso. Los pajaros la dicen y la flor no la olvida, porque es simple y es vieja lo mismo que la vida. Mas ¡ay! entre tus labios, que sentido profundo Si cantas la cancion mas antigua del mundo!... Leopoldo Marechal (En Plus Ultra, Buenos Aires, ano IX, Nº 98, junio de 1924). 20/1/04 El negro mar La noche morada sueña sobre el mar; la voz de los pescadores mojada en el mar; sale la luna chorreando del mar. El negro mar. Por entre la noche un son desemboca en la bahía; por entre la noche un son. Los barcos lo ven pasar, por entre la noche un son, encendiendo el agua fría. Por entre la noche un son, por entre la noche un son, por entre la noche un son. . . El negro mar. -Ay, mi mulata de oro fino, ay, mi mulata de oro y plata, con su amapola y su azahar, al pie del mar hambriento y masculino, al pie del mar. Nicolás Guillen (1947) 27/1/04 De "El pastor amoroso" Todos los días despierto con alegría y con pena. Antes me despertaba sin ninguna sensación; me despertaba. Tengo alegría y pena porque pierdo lo que sueño y puedo estar en la realidad en donde está lo que sueño. No sé qué debo hacer de mis sensaciones. No sé qué debo ser conmigo a solas. Quiero que ella me diga algo para despertar de nuevo. Alberto Caeiro (Fernando Pessoa) (1930) 3/2/04 De "El pastor amoroso" Pasé toda la noche sin dormir, viendo, sin espacio, su figura, y viéndola siempre de maneras diferentes de la que encuentro en ella. Hago pensamientos con el recuerdo de lo que ella es cuando me habla, y en cada pensamiento ella varía según su semejanza. Amar es pensar. Y sólo de pensar en ella yo casi me olvido de sentir. No sé bien qué quiero, ni siquiera de ella, y no pienso sino en ella. Tengo una gran distracción animada. Cuando deseo encontrarla casi preferiría que no, para no tener que dejarla después. No sé bien qué quiero, ni quiero saber qué quiero. Sólo quiero pensar en ella. Alberto Caeiro (Fernando Pessoa) (1930) 10/2/04 De "El pastor amoroso" El amor es una compañía. Ya no sé andar solo los caminos, porque ya no puedo andar solo. Un pensamiento visible me hace andar más deprisa, y ver menos, pero a la vez disfrutar de ir viendo todo. Y ella me gusta tanto que no sé cómo desearla. Mas si la veo tiemblo, no sé qué se ha hecho de lo que siento en su ausencia. Todo yo soy una fuerza que me abandona. Toda la realidad me mira como un girasol con su cara en el centro. Alberto Caeiro (Fernando Pessoa) (1930) 17/2/04 * Lo que no acerté en la vida me lo encontraré en la muerte, porque la vida está dividida entre quien soy y la suerte. Las cosas que la Suerte dio se las llevó ella consigo, mas las cosas que soy yo las guardé todas conmigo. Y es por eso que mis yerros, bien que mala suerte tuve, los iré a buscar al cielo cuando la muerte alce el velo de la inconsciencia en que estuve. Fernando Pessoa (1934) 24/2/04 A una mujer que se afeitaba y estaba hermosa Yo os quiero confesar, don Juan, primero, que aquel blanco y color de doña Elvira no tiene de ella más, si bien se mira, que el haberle costado su dinero. Pero tras eso confesaros quiero que es tanta la beldad de su mentira, que en vano a competir con ella aspira belleza igual de rostro verdadero. Mas ¿qué mucho que yo perdido ande por un engaño tal, pues que sabemos que nos engaña así Naturaleza? Porque ese cielo azul que todos vemos, ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande que no sea verdad tanta belleza! Bartolomé Leonardo de Argensola (o su hermano Lupercio, ya que no está del todo claro el autor de este soneto) 2/3/04 Soneto V "Dime, Padre común, pues eres justo, ¿por qué ha de permitir tu providencia, que, arrastrando prisiones la innocencia, suba la fraude a tribunal augusto? ¿Quién da fuerzas al brazo, que robusto hace a tus leyes firme resistencia, y que el celo, que más las reverencia, gima a los pies del vencedor injusto? Vemos que vibran vitoriosas palmas manos inicas, la virtud gimiendo del triunfo en el injusto regocijo." Esto decía yo, cuando, riendo, celestial ninfa apareció, y me dijo: "¡Ciego!, ¿es la tierra el centro de las almas?" Bartolomé Leonardo de Argensola 9/3/04 Soneto amoroso Si dios eres, Amor, ¿cuál es tu cielo? Si señor, ¿de qué renta y de qué estados? ¿Adónde están tus siervos y criados? ¿Dónde tienes tu asiento en este suelo? Si te disfraza nuestro mortal velo, ¿cuáles son tus desiertos y apartados? Si rico, ¿do tus bienes vinculados? ¿Cómo te veo desnudo al sol y al yelo? ¿Sabes qué me parece, Amor, de aquesto? Que el pintarte con alas y vendado, es que de ti el pintor y el mundo juega. Y yo también, pues sólo el rostro honesto de mi Lisis así te ha acobardado, que pareces, Amor, gallina ciega. Francisco de Quevedo 16/3/04 Soneto XI Hermosas ninfas que, en el río metidas, contentas habitáis en las moradas de relucientes piedras fabricadas y en colunas de vidrio sostenidas: Agora estéis labrando embebecidas, o tejiendo las telas delicadas; agora unas con otras apartadas, contándoos los amores y las vidas; dejad un rato la labor, alzando vuestras rubias cabezas a mirarme, y no os detendréis muchos, según ando; que o no podréis de lástima escucharme, o convertido en agua aquí llorando, podréis allá de espacio consolarme. Garcilazo de la Vega 23/3/04 Soneto Cuando me paro a contemplar mi estado, y a ver los pasos por do me ha traído, hallo, según por do anduve perdido, que a mayor mal pudiera haber llegado; mas cuando del camino estó olvidado, a tanto mal no sé por dó he venido; sé que me acabo, y más he yo sentido ver acabar conmigo mi cuidado. Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme si ella quisiere, y aun sabrá querello; que pues mi voluntad puede matarme, la suya, que no es tanto de mi parte, pudiendo, ¿qué hará sino hacello? Garcilazo de la Vega 30/3/04 Soneto de repente Un soneto me manda hacer Violante, que en mi vida me he visto en tanto aprieto; catorce versos dicen que es soneto, burla burlando van los tres delante. Yo pensé que no hallara consonante y estoy a la mitad de otro cuarteto, mas si me veo en el primer terceto, no hay cosa en los cuartetos que me espante. Por el primer terceto voy entrando, y parece que entré con pie derecho pues fin con este verso le voy dando. Ya estoy en el segundo y aun sospecho que voy los trece versos acabando: contad si son catorce y está hecho. Lope de Vega 6/4/04 A la noche Noche, fabricadora de embelecos, loca, imaginativa, quimerista, que muestras al que en ti su bien conquista los montes llanos y los mares secos; habitadora de cerebros huecos, mecánica, filósofa, alquimista, encubridora vil, lince sin vista, espantadiza de tus mismos ecos: la sombra, el miedo, el mal se te atribuya, solícita, poeta, enferma, fría, manos del bravo y pies del fugitivo. Que vele o duerma, media vida es tuya: si velo, te lo pago con el día, y si duermo, no siento lo que vivo. Lope de Vega 13/4/04 De la brevedad engañosa de la vida Menos solicitó veloz saeta destinada señal, que mordió aguda; agonal carro por la arena muda no coronó con más silencio meta, que presurosa corre, que secreta a su fin nuestra edad. A quien lo duda, fiera que sea de razón desnuda, cada sol repetido es un cometa. ¿Confiésalo Cartago, y tú lo ignoras? Peligro corres, Licio, si porfías en seguir sombras y abrazar engaños. Mal te perdonarán a ti las horas; las horas que limando están los días, los días que royendo están los años. Luis de Góngora 20/4/04 Soneto Ilustre y hermosísima María, mientras se dejan ver a cualquier hora en tus mejillas la rosada Aurora, Febo en tus ojos y en tu frente el día, y mientras con gentil descortesía mueve el viento la hebra voladora que la Arabia en sus venas atesora y el rico Tajo en sus arenas cría; antes que, de la edad Febo eclipsado y el claro día vuelto en noche obscura, huya la Aurora del mortal nublado; antes que lo que hoy es rubio tesoro venza a la blanca nieve su blancura: goza, goza el color, la luz, el oro. Luis de Góngora 27/4/04 Al túmulo del Rey Felipe II en Sevilla Voto a Dios que me espanta esta grandeza y que diera un doblón por describilla; porque ¿a quién no sorprende y maravilla esta máquina insigne, esta riqueza? Por Jesucristo vivo, cada pieza vale más de un millón, y que es mancilla que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!, Roma triunfante en ánimo y nobleza. Apostaré que el ánima del muerto por gozar este sitio hoy ha dejado la gloria donde vive eternamente. Esto oyó un valentón, y dijo: "Es cierto cuanto dice voacé, señor soldado. Y el que dijere lo contrario, miente." Y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada Miguel de Cervantes 4/5/04 A la entrada del duque de Medina en Cádiz Vimos en julio otra Semana Santa atestada de ciertas cofradías, que los soldados llaman compañías, de quien el vulgo, no el inglés, se espanta. Hubo de plumas muchedumbre tanta, que en menos de catorce o quince días volaron sus pigmeos y Golías, y cayó su edificio por la planta. Bramó el becerro, y púsoles en sarta; tronó la tierra, oscurecióse el cielo, amenazando una total ruina; y al cabo, en Cádiz, con mesura harta, ido ya el conde sin ningún recelo, triunfando entró el gran duque de Medina. Miguel de Cervantes 11/5/04 Soneto Feliciano me adora y le aborrezco; Lisardo me aborrece y yo le adoro; por quien no me apetece ingrato, lloro, y al que me llora tierno, no apetezco. A quien más me desdora, el alma ofrezco; a quien me ofrece víctimas, desdoro; desprecio al que enriquece mi decoro, y al que le hace desprecios, enriquezco. Si con mi ofensa al uno reconvengo, me reconviene el otro a mí, ofendido; y a padecer de todos modos vengo, pues ambos atormentan mi sentido: aquéste, con pedir lo que no tengo; y aquél, con no tener lo que le pido. Sor Juana Inés de la Cruz 18/5/04 Que contiene una fantasía contenta con amor decente Detente, sombra de mi bien esquivo, imagen del hechizo que más quiero, bella ilusión por quien alegre muero, dulce ficción por quien penosa vivo. Si al imán de tus gracias, atractivo, sirve mi pecho de obediente acero, ¿para qué me enamoras lisonjero si has de burlarme luego fugitivo? Mas blasonar no puedes, satisfecho, de que triunfa de mí tu tiranía: que aunque dejas burlado el lazo estrecho que tu forma fantástica ceñía, poco importa burlar brazos y pecho si te labra prisión mi fantasía. Sor Juana Inés de la Cruz 25/5/04 En que satisface un recelo con la retórica del llanto Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, como en tu rostro y tus acciones vía que con palabras no te persuadía, que el corazón me vieses deseaba; y Amor, que mis intentos ayudaba, venció lo que imposible parecía: pues entre el llanto, que el dolor vertía, el corazón deshecho destilaba. Baste ya de rigores, mi bien, baste; no te atormenten más celos tiranos, ni el vil recelo tu quietud contraste con sombras necias, con indicios vanos, pues ya en líquido humor viste y tocaste mi corazón deshecho entre tus manos Sor Juana Inés de la Cruz 1/6/04 Procura desmentir los elogios que a un retrato de la Poetisa inscribió la verdad, que llama pasión Este, que ves, engaño colorido, que del arte ostentando los primores, con falsos silogismos de colores es cauteloso engaño del sentido; éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores, y venciendo del tiempo los rigores, triunfar de la vejez y del olvido, es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada, es un resguardo inútil para el hado; es una necia diligencia errada, es un afán caduco y, bien mirado, es cadáver, es polvo, es sombra, es nada. Sor Juana Ines de la Cruz 8/6/04 1964 I Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. Ya no compartirás la clara luna ni los lentos jardines. Ya no hay una luna que no sea espejo del pasado, cristal de soledad, sol de agonías. Adiós las mutuas manos y las sientes que acercaba el amor. Hoy sólo tienes la fiel memoria y los desiertos días. Nadie pierde (repites vanamente) Sino lo que no tiene y no ha tenido nunca, pero no basta ser valiente para aprender el arte del olvido. Un símbolo, una rosa, te desgarra y te puede matar una guitarra II Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo; un instante cualquiera es más profundo y diverso que el mar. La vida es corta y aunque las horas son tan largas, una oscura maravilla nos acecha, la muerte, ese otro mar, esa otra flecha que nos libra del sol y de la luna y del amor. La dicha que me diste y me quitaste debe ser borrada; lo que era todo tiene que ser nada. Sólo me queda el goce de estar triste, esa vana costumbre que me inclina al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina. Jorge Luis Borges 15/6/04 * Cae del cielo ceniciento lluvia sin razón de ser. Si hasta por mi pensamiento veo la lluvia correr. Tengo una gran tristeza agregada a la que siento. Quiero decir mas me pesa todo lo que a mí me miento. Porque verdaderamente no sé si estoy triste o no, y cae la lluvia lentamente (porque Verlaine lo consiente) dentro de mi corazón. Fernando Pessoa (1930) 22/6/04 Coplas del Alma que pena por ver a Dios Vivo sin vivir en mí y de tal manera espero que muero porque no muero. I En mí yo no vivo ya y sin Dios vivir no puedo pues sin él y sin mí quedo éste vivir qué será? Mil muertes se me hará pues mi misma vida espero muriendo porque no muero. II Esta vida que yo vivo es privación de vivir y assí es contino morir hasta que viva contigo. Oye mi Dios lo que digo que esta vida no la quiero que muero porque no muero. III Estando ausente de ti qué vida puedo tener sino muerte padescer la mayor que nunca vi? Lástima tengo de mí pues de suerte persevero que muero porque no muero. IV El pez que del agua sale aun de alibio no caresce que en la muerte que padesce al fin la muerte le vale. Qué muerte abrá que se yguale a mi vivir lastimero pues si más vivo más muero? V Quando me pienso alibiar de verte en el Sacramento házeme más sentimiento el no te poder gozar todo es para más penar por no verte como quiero y muero porque no muero. VI Y si me gozo Señor con esperança de verte en ver que puedo perderte se me dobla mi dolor viviendo en tanto pabor y esperando como espero muérome porque no muero. VII Sácame de aquesta muerte mi Dios y dame la vida no me tengas impedida en este lazo tan fuerte mira que peno por verte, y mi mal es tan entero que muero porque no muero. VIII Lloraré mi muerte ya y lamentaré mi vida en tanto que detenida por mis pecados está. ¡O mi Dios!, quándo será quando yo diga de vero vivo ya porque no muero? San Juán de la Cruz 29/6/04 Vivo sin vivir en mi Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero. Vivo ya fuera de mí, después que muero de amor, porque vivo en el Señor, que me quiso para sí; cuando el corazón le di puso en mí este letrero: «Que muero porque no muero». Esta divina unión, y el amor con que yo vivo, hace a mi Dios mi cautivo y libre mi corazón; y causa en mí tal pasión ver a mi Dios prisionero, que muero porque no muero. ¡Ay, qué larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel y estos hierros en que está el alma metida! Sólo esperar la salida me causa un dolor tan fiero, que muero porque no muero. Acaba ya de dejarme, vida, no me seas molesta; porque muriendo, ¿qué resta, sino vivir y gozarme? No dejes de consolarme, muerte, que ansí te requiero: que muero porque no muero. Santa Tereza de Jesús (Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada)(1515-1582) 6/7/04 Soneto al Crucificado No me mueve, mi Dios para quererte el cielo que me tienes prometido ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tu me mueves, Senor; mueveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, mueveme ver tu cuerpo tan herido, mueveme tus afrentas y tu muerte. Mueveme, al fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera Cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno te temiera. No me tienes que dar por que te quiera; pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero, te quisiera. Santa Tereza de Jesús (Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada)(1515-1582) 13/7/04 Cuentan de un sabio que un día Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía. ¿Habrá otro, entre si decía, más pobre y triste que yo?; y cuando el rostro volvió halló la respuesta, viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó. Quejoso de mi fortuna yo en este mundo vivía, y cuando entre mí decía: ¿habrá otra persona alguna de suerte más importuna? Piadoso me has respondido. Pues, volviendo a mi sentido, hallo que las penas mías, para hacerlas tú alegrías, las hubieras recogido. Pedro Calderón de la Barca Fragmentos de "La Vida es Sueño" 20/7/04 Monologo de Segismundo Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe, y en cenizas le convierte la muerte, ¡desdicha fuerte! ¿Que hay quien intente reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte? Sueña el rico en su riqueza, que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende, y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Pedro Calderón de la Barca Fragmentos de "La Vida es Sueño" 27/7/04 Soleá del amor indiferente ¿Rencores...? ¿por qué rencores? no le va a mi señorío guardarle rencor a un río que fue regando mis flores. Tu me diste los mejores cristales de tu corriente, y no sería decente maldecirte por despecho, si sé que tienes derecho a dar o negar la fuente. Debo estarte agradecido por tu generosidad: tu me diste por bondad lo que yo dí por cumplido. Me brindaste tu latido, tu boca nunca besada, tu carne nunca estrenada, tus ojos siempre empañados y los potros alocados de tu amor en llamaradas. Me diste el beso primero, que es el que más atosiga, y me diste la fatiga de un cariño verdadero. Me diste luna y estero, tu corazón sin celaje; me diste todo el encaje de tu caricia en mi pelo, y me regalaste el cielo en tus ojos sin paisaje. Por eso, yo, bien nacido ni te odio ni te aborrezco al contrario, te agradezco todo lo que me has querido. No me importa si te has ido con tu barca a otro mar, que yo no te puedo odiar por esa mala partida, ya que odiar es, en la vida, un cierto modo de amar. Ni te vengas a mi lado para pedirme perdón el perdón es la razón de volver a lo pasado, y lo pasado.., acabado, que pasó..., porque pasó. ¡Déjame que viva yo sin perdón y sin rencores, porque... por más que me llores lo nuestro ya se acabó! Manuel Benítez Carrasco 3/8/04 Soleá del amor desprendido Y tu bien sabes por qué tiré tu cariño al río: porque era hebilla de esparto de un cinturón de cichillos; porque era anillo de barro, mal tasao y mal vendío, y porque era flor sin alma de un Abril en compromiso, que puso, en zarzas y espinas, un fingimiento de lirios. Tire tu cariño al río, porque era una planta sucia dentro de mi huerto limpio. Tiré tu cariño al agua, porque era una mancha negra sobre mi fachada blanca. Tiré tu cariño al río, porque era mala cizaña quitando savia a mi trigo; y tiré todo tu amor, porque era muerte en mi carne y era agonia en mi voz. Tu fuiste flor de verano, sol de un beso y luz de un día; yo te cuidaba en mi mano y en mi mano te acunaba, y tu, por pagarme, herías la mano que te cuidaba. Pero al hacerlo olvidabas (tal vez por ingenuidad) que te dí mis sentimientos, no por tus merecimientos, sino por mi voluntad. Yo no puse en compraventa; mi corazón entendío; y has de tener muy en cuenta que mi cariño no fue ni comprao ni vendío, sino que lo regalé. Porque yo soy desprendío; por eso te dí mi rosa sin habérmela pedío. Porque yo soy desprendío; y doy las cosas sin ver si se las han merecío. Por eso te dí mi vela, te dí el vino de mi jarro, las llaves de mi cancela y el látigo de mi carro. Ya ves si soy desprendío, que ayer, al pasar el puente, tiré tu cariño al río. Manuel Benítez Carrasco 10/8/04 El lobo estepario (fragmento) ¿Oye usted los bajos? Avanzan como dioses; y deje usted penetrar este capricho del viejo Händel en su inquieto corazón y tranquilizarlo. Escuche usted, hombrecito, por una vez siquiera sin aspavientos ni broma, como detrás del velo en efecto irremediablemtente idiota de este ridículo aparato, pasa majestuosa la lejana figura de esta música divina. Ponga usted atención; algo se puede aprender en ello. Observe cómo esta absurda caja de resonancia hace en apariencia lo más necio, lo más inútil, lo más execrable del mundo y arroja una música cualquiera, tocada en cualquier parte, la arroja necia y crudamente, y al propio tiempo, lastimosamente desfigurada, a sitios inadecuados, y cómo a pesar de todo no puede destruir el alma pristina de esta música, sino únicamente poner de manifiesto en ella la propia técnica torpe y la fiebre de actividad falta de todo espíritu. ¡Escuche usted bien, hombrecito; le hace falta! ¡Ea, atención! Así. Y ahora no sólo oye usted a un Händel oprimido por la radio, que, sin embargo, hasta en esa horrorosa forma de aparición sigue siendo divino; oye usted y ve, carísimo, al propio tiempo una valiosa parábola de la vida entera. Cuando está usted escuchando la radio, oye y vive la lucha eterna entre la idea y el fenómeno, entre la eternidad y el tiempo, entre lo divino y lo humano. Precisamente, amigo, igual que la radio va arrojando a ciegas la música más magnífica del mundo durante diez minutos por los lugares más absurdos, por salones burgueses y por sotabancos, entre abonados que están charlando, comiendo, bostezando o durmiendo, así como despoja a esta música de su belleza sensual, la estropea, la embadurna y la desgarra y, sin embargo, no puede matar por completo su espíritu; exactamente lo mismo actúa la vida la llamada realidad, con el magnífico juego de imágenes ofrece a continuación de Händel una disertación acerca del modo de desfigurar los balances en las empresas industriales al uso, hace de encantadores acordes orquestales un bodrio poco apetecible de sonidos, introduce por todas partes su técnica, su actividad febril, su miserable incultura y su frivolidad entre el pensamiento y la realidad, entre la orquesta y el oído. Toda la vida es así, hijo, y así tenemos que dejar que sea, y si no somos asnos, nos reímos, además. A personas de su clase no les cuadre criticar la radio ni la vida. Es preferible que aprenda usted antes a escuchar. ¡Aprenda a tomar en serio lo que es digno de que se tome en serio, y ríase de lo demás! Hermann Hesse 17/8/04 El Burro Flautista Cerca de unos prados que hay en mi lugar, pasaba un borrico por casualidad. Una flauta en ellos halló que un zagal se dejó olvidada por casualidad. Acercóse a olerla el dicho animal, y dió un resoplido por casualidad. En la flauta el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad. ¡Oh!, dijo el borrico, ¡qué bien sé tocar! ¿Y dirán que es mala la música asnal? Sin reglas del arte borriquitos hay que una vez aciertan por casualidad Tomás de Iriarte (1750 - 1791) 24/8/04 A una nariz Erase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una nariz sanjón y escriba, érase un peje espada muy barbado. Era un reloj de sol mal encardo, érase una alquitara pensativa, érase un elefante boca arriba, era Ovidio Nazón más narizado. érase un espolón de una galera, érase una pirámide de Egipto; las doce tribus de narices era. érase un narcísismo infinito, muchísimo nariz, nariz tan fiera, que en la cara de Anás fuera delito. Francisco de Quevedo 31/8/04 Poderoso Caballero Letrilla Satírica Poderoso caballero Es don Dinero. Madre, yo al oro me humillo: El es mi amante y mi amado Pues de puro enamorado, Hace todo cuanto quiero, Poderoso caballero Es don Dinero. Nace en las Indias honrado.. Donde el mundo le acompaña; Viene a morir en España Y es en Génova enterrado. Y pues quien le trae al lado Es hermoso, aunque sea fiero, Poderoso caballero Es don Dinero. Es galán y es como un oro, Tiene quebrado el color, Persona de gran valor, Tan cristiano como moro; Pues que da y quita el decoro Y quebranta cualquier fuero, Poderoso caballero Es don Dinero. Son sus padres principales Y es de nobles descendiente, Porque en las venas de Oriente Todas las sangres son reales; Y pues es quien hace iguales Al duque y al ganadero, Poderoso caballero Es don Dinero. Mas ¿a quien no maravilla Ver en su gloria sin tasa Que es lo menos de su casa Doña Blanca de Castilla?.. Pero pues da al baxo silla Y al cobarde hace guerrero, Poderoso caballero Es don Dinero. Sus escudos de armas nobles Son siempre tan principales, Que sin sus escudos reales No hay escudos de armas dobles; Y pues a los mismos robles Da codicia su minero, Poderoso caballero Es don Dinero. Por importar en los tratos Y dar tan buenos consejos, En las casas de los viejos Gatos le guardan de gatos. Y pues él rompe recatos Y ablanda al juez más severo, Poderoso caballero Es don Dinero. Y es tanta su majestad (Aunque son sus duelos hartos) Que con haberle hecho cuartos No pierde su autoridad; Pero pues da calidad Al noble y al pordiosero, Poderoso caballero Es don Dinero. Nunca vi damas ingratas A su gusto y afición, Que a las caras de un doblón Hacen sus caras baratas. Y pues las hace bravatas Desde una bolsa de cuero, Poderoso caballero Es don Dinero. Más valen en Cualquier tierra, Mirad si es harto sagaz, Sus escudos en la paz Que rodelas en la guerra. Y pues al pobre le entierra Y hace propio al forastero, Poderoso caballero Es don Dinero. Francisco de Quevedo 7/9/04 Los Heraldos Negros Hay golpes en la vida, tan fuertes ... ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... Yo no sé! Son pocos; pero son... Abren zanjas obscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán talvez los potros de bárbaros atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte. Son las caídas hondas de los Cristos del alma, de alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé! César Vallejo Peru (1892 - 1938) 14/9/04 Yo soy un hombre sincero "Cantares" Yo soy un hombre sincero De donde crece la palma, Y antes de morirme quiero Echar mis versos del alma. Yo vengo de todas partes, Y hacia todas partes voy: Arte soy entre las artes, En los montes, monte soy. Yo sé los nombres extraños De las yerbas y las flores, Y de mortales engaños, Y de sublimes dolores. Yo he visto en la noche oscura Llover sobre mi cabeza Los rayos de lumbre pura De la divina belleza. Alas nacer vi en los hombros De las mujeres hermosas: Y salir de los escombros, Volando las mariposas. He visto vivir a un hombre Con el puñal al costado, Sin decir jamás el nombre De aquella que lo ha matado. Rápida, como un reflejo, Dos veces vi el alma, dos: Cuando murió el pobre viejo, Cuando ella me dijo adiós. Temblé una vez - en la reja, A la entrada de la viña,- Cuando la bárbara abeja Picó en la frente a mi niña. Gocé una vez, de tal suerte Que gocé cual nunca: - cuando La sentencia de mi muerte Leyó el alcalde llorando. Oigo un suspiro, a través De las tierras y la mar, Y no es un suspiro,- es Que mi hijo va a despertar. Si dicen que del joyero Tome la joya mejor, Tomo a un amigo sincero Y pongo a un lado el amor. Yo he visto al águila herida Volar al azul sereno, Y morir en su guarida La vibora del veneno. Yo sé bien que cuando el mundo Cede, lívido, al descanso, Sobre el silencio profundo Murmura el arroyo manso. Yo he puesto la mano osada, De horror y júbilo yerta, Sobre la estrella apagada Que cayó frente a mi puerta. Oculto en mi pecho bravo La pena que me lo hiere: El hijo de un pueblo esclavo Vive por él, calla y muere. Todo es hermoso y constante, Todo es música y razón, Y todo, como el diamante, Antes que luz es carbón. Yo sé que el necio se entierra Con gran lujo y con gran llanto. Y que no hay fruta en la tierra Como la del camposanto. Callo, y entiendo, y me quito La pompa del rimador: Cuelgo de un árbol marchito Mi muceta de doctor. José Martí 21/9/04 A La Virgen Del Recuerdo Dulcísimo recuerdo de mi vida, bendice a los que vamos a partir... ¡Oh, Virgen del Recuerdo dolorida, recibe tu mi adiós de despedida, y acuérdate de mi! Lejos de aquestos tutelares muros, los compañeros de mi edad feliz, ¿no serán a tu amor jamas perjuros, conservaran sus corazones puros, se acordaran de ti? Más siento de alejarme una agonía, cual no la suele el corazón sentir... ¿En palabras de niño quien confía? Temo... no se que temo, Madre mía, por ellos y por mi. Dicen que el mundo es un jardín ameno, y que áspides oculta ese jardín... Que hay frutos dulces de mortal veneno, que el mar del mundo esta de escollos lleno... ¿Por que estará así? Dicen que por el oro y los honores, hombres sin fe, de corazón ruin, secan el manantial de sus amores y a su Dios y a su patria son traidores... ¿Por que serán así? Dicen que de esta vida los abrojos quieren trocar en mundanal festín; que ellos, ellos, motivan tus enojos. Y que ese llanto de tus dulces ojos los causan ellos, ¡si! Ellos, ¡ingratos!, de pesar te llenan... ¿Seré yo también sordo a tu gemir? ¡No! Yo no quiero frutos que envenenan, no quiero goces que a mi Madre apenan. ¡No quiero ser así! En los escollos de esta mar bravía yo no quiero sin gloria sucumbir; yo no quiero que llores por mi un día, no quiero que me llores, Madre mía... ¡No quiero ser así! Y mientras yo responda a tu reclamo, mientras me juzgue con tu amor feliz, y ardiendo en este afecto en que me inflamo, te diga muchas veces que te amo, ¿Te olvidaras de mi? ¡Ah, no, dulce recuerdo de mi vida! Siempre que luche en peligrosa lid, siempre que llore por mi alma dolorida, al recordar mi adiós de despedida, ¿Te acordaras de mi? Y en retorno de amor y fe sincera jamas sin tu recuerdo he de vivir. Tuya será mi lagrima postrera. Hasta que muera, Madre, hasta que muera, ¡me acordare de ti! Tu en pago, Madre, cuando llegue el plazo de alzar el vuelo al celestial confín, estrechándome a ti con dulce abrazo, no me apartes jamas de tu regazo. ¡No me apartes de ti!. Rafael Alarcón 28/9/04 Hombres necios Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis: si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿porque queréis que obren bien si las incitáis al mal? Combatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia. Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco, al niño que pone el coco y luego le tiene miedo. Queréis, con presunción necia, hallar a loa que buscáis, para pretendida, Thais, y en la posesión, Lucrecia. ¿Que humor puede ser más raro que el que, falto de consejo, el mismo empaña el espejo, y siente que no esté claro? Con el favor y el desdén tenéis condición igual quejandoos, si os tratan mal, burlandoos, si os quieren bien. Opinión, ninguna gana; pues la que más se rescata, si no os admite, es ingrata, y si os admite, es liviana. Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis. ¿Pues como ha de estar templada la que vuestro amor pretende, si la que es ingrata, ofende, y la que es fácil, enfada? Mas, entre el enfado y pena que vuestro gusto refiere, bien haya la que no os quiere y quejáos en hora buena. Dan vuestra amantes penas a sus libertades alas, y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas. ¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada: la que cae de rogada o el que ruega de caído? ¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga, o el que paga por pecar? Pues, ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis. Dejad de solicitar, y después, con más razón, acusaréis la afición de la que os fuere a rogar. Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo. Sor Juana Inés de la Cruz (México) 5/10/04 Explico Algunas Cosas Preguntaréis: Y dónde están las lilas? Y la metafísica cubierta de amapolas? Y la lluvia que a menudo golpeaba sus palabras llenándolas de agujeros y pájaros? Os voy a contar todo lo que me pasa. Yo vivía en un barrio de Madrid, con campanas, con relojes, con árboles. Desde allí se veía el rostro seco de Castilla como un océano de cuero. Mi casa era llamada la casa de las flores, porque por todas partes estallaban geranios: era una bella casa con perros y chiquillos. Raúl, te acuerdas? Te acuerdas, Rafael? Federico, te acuerdas debajo de la tierra, te acuerdas de mi casa con balcones en donde la luz de junio ahogaba flores en tu boca? Hermano, hermano! Todo eran grandes voces, sal de mercaderías, aglomeraciones de pan palpitante, mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua como un tintero pálido entre las merluzas: el aceite llegaba a las cucharas, un profundo latido de pies y manos llenaba las calles, metros, litros, esencia aguda de la vida, pescados hacinados, contextura de techos con sol frío en el cual la flecha se fatiga, delirante marfil fino de las patatas, tomates repetidos hasta el mar. Y una mañana todo estaba ardiendo y una mañana las hogueras salían de la tierra devorando seres, y desde entonces fuego, pólvora desde entonces, y desde entonces sangre. Bandidos con aviones y con moros, bandidos con sortijas y duquesas, bandidos con frailes negros bendiciendo venían por el cielo a matar niños, y por las calles la sangre de los niños corría simplemente, como sangre de niños. Chacales que el chacal rechazaría, piedras que el cardo seco mordería escupiendo, víboras que las víboras odiaran! Frente a vosotros he visto la sangre de España levantarse para ahogaros en una sola ola de orgullo y de cuchillos! Generales traidores: mirad mi casa muerta, mirad España rota: pero de cada casa muerta sale metal ardiendo en vez de flores, pero de cada hueco de España sale España, pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos, pero de cada crimen nacen balas que os hallarán un día el sitio del corazón. Preguntaréis por qué su poesía no nos habla del sueño, de las hojas, de los grandes volcanes de su país natal? Venid a ver la sangre por las calles, venid a ver la sangre por las calles, venid a ver la sangre por las calles! Pablo Neruda 12/10/04 Si tú me olvidas Quiero que sepas una cosa. Tú sabes cómo es esto: si miro la luna de cristal, la rama roja del lento otoño en mi ventana, si toco junto al fuego la impalpable ceniza o el arrugado cuerpo de la leña, todo me lleva a ti, como si todo lo que existe, aromas, luz, metales, fueran pequeños barcos que navegan hacia las islas tuyas que me aguardan. Ahora bien, si poco a poco dejas de quererme dejaré de quererte poco a poco. Si de pronto me olvidas no me busques, que ya te habré olvidado. Si consideras largo y loco el viento de banderas que pasa por mi vida y te decides a dejarme a la orilla del corazón en que tengo raíces, piensa que en ese día, a esa hora levantaré los brazos y saldrán mis raíces a buscar otra tierra. Pero si cada día, cada hora sientes que a mí estás destinada con dulzura implacable. Si cada día sube una flor a tus labios a buscarme, ay amor mío, ay mía, en mí todo ese fuego se repite, en mí nada se apaga ni se olvida, mi amor se nutre de tu amor, amada, y mientras vivas estará en tus brazos sin salir de los míos. Pablo Neruda 19/10/04 Este amoroso tormento Este amoroso tormento que en mi corazón se ve, sé que lo siento y no sé la causa porque lo siento. Siento una grave agonía por lograr un devaneo, que empieza como deseo y para en melancolía. Y cuando con más terneza mi infeliz estado lloro, sé que estoy triste e ignoro la causa de mi tristeza. Siento un anhelo tirano, por la ocasión a que aspiro, y cuando cerca la miro yo misma aparto la mano. Porque, si acaso se ofrece, después de tanto desvelo la desazona el recelo o el susto la desvanece. Y si alguna vez sin susto consigo tal posesión, cualquiera leve ocasión me malogra todo el gusto. Siento mal del mismo bien con receloso temor, y me obliga el mismo amor tal vez a demostrar desdén. Cualquier leve ocasión labra en mi pecho, de manera, que el que imposibles venciera se irrita de una palabra. Con poca causa ofendida, suelo, en mitad de mi amor, negar un leve favor a quien le diera la vida. Ya sufrida, ya irritada, con contrarias penas lucho: que por él sufriré mucho, y con él sufriré nada. No sé en qué lógica cabe el que tal cuestión se pruebe: que por él lo grande es leve, y con el lo leve es grave. Sin bastantes fundamentos forman mis tristes cuidados, de conceptos engañados, un monte de sentimientos; y cuando a averiguar llego el agravio porque riño, es como espanto de niño que para en burlas y juego. Y aunque el desengaño toco, con la misma pena lucho, de ver que padezco mucho padeciendo por tan poco. A vengarse se alabanza tal vez el alma ofendida; y después, arrepentida toma de mí otra venganza. Y si al desdén satisfago, es con tan ambiguo error, que yo pienso que es rigor y se remata en halago. Hasta el labio desatento suele, equívoco, tal vez, por usar de la altivez encontrar el rendimiento. Cuando por soñada culpa con más enojo me incito, yo le acrimino el delito y le busco la disculpa. No huyo del mal ni busco el bien: porque, en mi confuso error, ni me asegura el amor ni me despecha el desdén. En mi ciego devaneo, bien hallada con mi engaño, solicito el desengaño, y no encontrarlo deseo. Si alguno mis quejas oye, más a decirlas me obliga porque me las contradiga, que no porque las apoye. Porque si con la pasión algo contra mi amor digo, es mi mayor enemigo quien me concede razón. Y acaso en mi provecho hallo la razón propicia, me embaraza la justicia y ando cediendo el derecho. Nunca hallo gusto cumplido, porque, entre alivio y dolor, hallo culpa en el amor y disculpa en el olvido. Esto de mi pena dura es algo del dolor fiero; y mucho más no prefiero porque pasa de locura. Si acaso me contradigo en este confuso error, aquel que tuviere amor entenderá lo que digo. Sor Juana Inés de la Cruz (México) 26/10/04 Junín Soy, pero soy también el otro, el muerto el otro de mi sangre y de mi nombre; soy un vago señor y soy el hombre que detuvo las lanzas del desierto. Vuelvo a Junín donde no estuve nunca, a tu Junín, abuelo Borges. ¿Me oyes sombra o ceniza última, o desoyes en tu sueño de bronce esta voz trunca? Acaso buscas por mis vanos ojos el épico Junín de tus soldados, el árbol que plantaste, los cercados y en el confín la tribu y los despojos. Te imagino severo, un poco triste. Quién me dirá cómo eras y quién fuiste. Jorge Luis Borges 2/11/04 Para entonces Quiero morir cuando decline al día, en altamar y con la cara al cielo; donde parezca sueño la agonía, y el alma, un ave que remonta el vuelo. No escuchar en los últimos instantes, ya con el cielo y con el mar a solas, más voces ni plegarias sollozantes que el majestuoso tumbo de las olas. Morir cuando la luz, triste, retira sus áureas redes de la onda verde, y ser como ese sol que lento expira: algo muy luminoso que se pierde. Morir, y joven: antes que destruya el tiempo aleve la gentil corona; cuando la vida dice aún: soy tuya, aunque sepamos bien que nos traiciona, Manuel Gutierrez Nájera 9/11/04 Adios Después de que el destino me ha hundido en las congojas del árbol que se muere crujiendo de dolor, truncando una por una las flores y las hojas que al beso de los cielos brotaron de mi amor. Después de que mis ramas se han roto bajo el peso de tanta y tanta nieve cayendo sin cesar, y que mi ardiente savia se ha helado con el beso que el ángel del invierno me dió al atravesar. Después... es necesario que tu tambien te alejes en pos de otras florestas y de otro cielo en pos; que te alces de tu nido, que te alces y me dejes sin escuchar mis ruegos y sin decirme adiós. Yo estaba solo y triste cuando la noche te hizo plegar las blancas alas para acogerte a mi, entonces mi ramaje doliente y enfermizo brotó sus flores todas tan solo para ti. En ellas te hice el nido risueño en que dormías de amor y de ventura temblando en su vaivén, y en él te hallaban siempre las noches y los días feliz con mi cariño y amándote también... ¡Ah! nunca en mis delirios creí que fuera eterno el sol de aquellas horas de encanto y frenesí; pero jamás tampoco que el soplo del invierno llegara entre tus cantos, y hallándote tu aquí... Es fuerza que te alejes... rompiéndome en astillas; ya siento entre mis ramas crujir el huracán, y heladas y temblando mis hojas amarillas se arrancan y vacilan y vuelan y se van... Adiós, paloma blanca que huyendo de la nieve te vas a otras regiones y dejas tu árbol fiel; mañana que termine mi vida oscura y breve ya solo tus recuerdos palpitarán sobre el. Es fuerza que te alejes del cántico y del nido tu sabes bien la historia paloma que te vas... El nido es el recuerdo y el cántico el olvido, el árbol es el siempre y el ave es el jamás. Adiós mientras que puedes oír bajo este cielo el último ¡ay! del himno cantado por los dos... Te vas y ya levantas el ímpetu y el vuelo, te vas y ya me dejas, ¡paloma, adiós, adiós! Manuel Acuña 16/11/04 En Paz Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida porque nunca me diste ni esperanza fallida ni trabajo injusto, ni pena inmerecida. Porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino que si extraje la hiel o la miel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel, o mieles sabrosas. Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno, mas tu no me dijiste que mayo fuese eterno halle sin duda largas las noches de mis penas, mas tu no prometiste tan solo noches buenas. En cambio tuve algunas santamente serenas ¡Ame, fui amado, el sol acarició mi faz! ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz! Amado Nervo (1870 - 1919) 23/11/04 Deseos Yo quisiera salvar esa distancia, ese abismo fatal que nos divide, y embriagarme de amor con la fragancia mística y pura que tu ser despide Yo quisiera ser uno de los lazos conque decoras tus radiantes sienes; Yo quisiera, en el cielo de tus brazos, beber la gloria que en tus labios tienes!... Yo quisiera ser agua y que en mis olas, que en mis olas vinieras a bañarte para poder, como lo sueño a solas, a un mismo tiempo por doquier besarte. Yo quisiera ser lino, y en tu lecho, allá en la sombra, con ardor cubrirte, temblar con los temblores de tu pecho y morir del placer de comprimirte. Oh!...Yo quisiera mucho mas!... Quisiera llevarte en mi, como la nube, al fuego; mas no, como la nube en su carrera, para estallar y separarnos luego!... Yo quisiera en mi mismo confundirte, Confudirte en mi mismo y entrañarte; Yo quisiera en perfume convertirte, convertirte en perfume y aspirarte. Aspirarte en un soplo como esencia, y unir a mis latidos tus latidos, y unir a mi existencia tu existencia, y unir a mis sentidos tus sentidos. Aspirarte en un soplo del ambiente, y así verter sobre mi vida en calma toda la llama de tu pecho ardiente y todo el éter de lo azul de tu alma. Aspirarte, mujer...De ti llenarme. Y en ciego y sordo y mudo constituirme, y ciego y sordo y mudo consagrarme al deleite supremo de sentirte y la dicha suprema de adorarte. Salvador Diaz Miron 30/11/04 Ojos verdes Ojos que nunca me veis, por recelo o por decoro, ojos de esmeralda y oro, fuerza es que me contempléis; quiero que me consoléis hermosos ojos que adoro; ¡estoy triste y os imploro puesta en tierra la rodilla! ¡Piedad para el que se humilla, ojos de esmeralda y oro! Ojos en que reverbera la estrella crepuscular, ojos verdes como el mar, como el mar por la ribera, ojos de lumbre hechicera que ignoráis lo que es llorar, ¡glorificad mi penar! ¡No me desoléis así! ¡Tened compasión de mí Ojos verdes como el mar! Ojos cuyo amor anhelo porque alegran cuanto alcanza, ojos color de esperanza, con lejanías de cielo: ojos que a través del velo radian bienaventuranza, mi alma a vosotros se lanza en alas de la embriaguez, miradme una solo vez, ojos ....color de esperanza. Cese ya vuestro desvío, ojos que me dais congojas; ojos con aspecto de hojas empapadas de rocío. Húmedo esplendor de río que por esquivo me enojas. Luz que la del sol sonrojas y cuyos toques son besos, derramate en mí por esos ojos con aspecto de hojas. Salvador Diaz Miron (Mexico) 7/12/04 Anoche cuando dormía... Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que una fontana fluía dentro de mi corazón. Di, ¿por qué acequia escondida, agua, vienes hasta mí, manantial de nuestra vida de donde nunca bebí? Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que una colmena tenía dentro de mi corazón; y las doradas abejas iban fabricando en él, con las amarguras viejas, blanca cera y dulce miel. Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que un ardiente sol lucía dentro de mi corazón. Era ardiente porque daba calores de rojo hogar, y era sol porque alumbraba y porque hacía llorar. Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que era Dios lo que tenía dentro de mi corazón. Antonio Machado 14/12/04 A un olmo seco Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verde le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los alamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas hunden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que, rojo en el hogar, mañana ardas, de alguna misera caseta al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hacia la mar te empuje, por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera. Antonio Machado 21/12/04 Campos de Soria I Es la tierra de Soria, árida y fría. Por las colinas y las sierras calvas, verdes pradillos, cerros cenicientos, la primavera pasa dejando entre las hierbes olorosas sus diminutas margaritas blancas. La tierra no revive, el campo sueña. Al empezar abril está nevada la espalda del Moncayo; el caminante lleva en su bufanda envueltos cuello y boca, y los pastores pasan cubiertos con sus luengas capas. II Las tierras labrantías, como retazos de estameñas pardas, el huertecillo, el abejar, los trozos de verde oscuro en que el merino pasta, entre plomizos peñascales, siembran el sueño alegra de infantil Arcadia. En los chopos lejanos del camino, parecen humear las yertas ramas como un glauco vapor -las nuevas hojas- y en las quiebras de valles y barrancas blanquean los zarzales florecidos, y brotan las violetas perfumadas. III Es el campo ondulado, y los caminos ya ocultan los viajeros que cabalgan en pardos borriquillos, ya al fondo de la tarde arrebolada elevan las plebeyas figurillas, que el lienzo de oro del ocaso manchan. Mas si trepáis a un cerro y veis el campo desde los picos donde habita el águila, son tornasoles de carmín y acero, llanos plomizos, lomas plateadas, circuídos por montes de violeta, con las cumbre de nieve sonrosada. Antonio Machado 28/12/04 Campos de Soria IV ¡Las figuras del campo sobre el cielo! Dos lentos bueyes aran en un alcor, cuando el otoño empieza, y entre las negras testas doblegadas bajo el pesado yugo, pende un cesto de juncos y retama, que es la cuna de un niño; y tras la yunta marcha un hombre que se inclina hacia la tierra, y una mujer que en las abiertas zanjas arroja la semilla. Bajo una nube de carmín y llama, en el oro fluido y verdinoso del poniente, las sombras se agigantan. V La nieve. En el mesón al campo abierto se ve el hogar donde la leña humea y la olla al hervir borbollonea. El cierzo corre por el campo yerto, alborotando en blancos torbellinos la nieve silenciosa. La nieve sobre el campo y los caminos cayendo está como sobre una fosa. Un viejo acurrucado tiembla y tose cerca del fuego; su mechón de lana la vieja hila, y una niña cose verde ribete a su estameña grana. Padres los viejos son de un arriero que caminó sobre la blanca tierra y una noche perdió ruta y sendero, y se enterró en las nieves de la sierra. En torno al fuego hay un lugar vacío, y en la frente del viejo, de hosco ceño, como un tachón sombrío -tal el golpe de un hacha sobre un leño-. La vieja mira al campo, cual si oyera pasos sobre la nieve. Nadie pasa. Desierta la vecina carretera, desierto el campo en torno de la casa. La niña piensa que en los verdes prados ha de correr con otras doncellitas en los días azules y dorados, cuando crecen las blancas margaritas. VI ¡Soria fría, Soria pura, cabeza de Extremadura, con su castillo guerrero arruinado, sobre el Duero; con sus murallas roídas y sus casas denegridas! ¡Muerta ciudad de señores, soldados o cazadores; de portales con escudos con cien linajes hidalgos, de glagos flacos y agudos, y de famélicos galgos, que pululan por las sórdidas callejas, y a la medianoche ululan, cuando graznan las cornejas! ¡Soria fría! La campana de la Audiencia da la una. Soria, ciudad castellana ¡tan bella! bajo la luna. Antonio Machado |