Rincón Literario 2005 4/1/05 Campos de Soria VII ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, oscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, caminos blancos y álamos del río, tardes de Soria, mística y guerrera, hoy siento por vosotros, en el fondo del corazón, tristeza, tristeza que es amor! ¡Campos de Soria donde parece que las rocas sueñan, conmigo vais! ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!... VIII He vuelto a ver los álamos dorados, álamos del camino en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio, tras las murallas viejas de Soria -barbacana hacia Aragón, en castellana tierra-. Estos chopos del río, que acompañan con el sonido de sus hojas secas el son del agua cuando el viento sopla, tienen en sus cortezas grabadas iniciales que son nombres de enamorados, cifras que son fechas. ¡Álamos del amor que ayer tuvisteis de ruiseñores vuestras ramas llenas; álamos que seréis mañana liras del viento perfumado en primavera; álamos del amor cerca del agua que corre y pasa y sueña, álamos de las márgenes del Duero, conmigo vais, mi corazón os lleva! IX ¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria, tardes tranquilas, montes de violeta, alamedas del río, verde sueño del suelo gris y de la parda tierra, agria melancolía de la ciudad decrépita, me habéis llegado al alma, ¿o acaso estabais en el fondo de ella? ¡Gente del alto llano numantino que a Dios guardáis como cristianas viejas, que el sol de España os llene de alegría, de luz y de riqueza! Antonio Machado 11/1/05 Renuncia He renunciado a ti. No era posible. Fueron vapores de la fantasía; son ficciones que a veces dan a lo inaccesible una proximidad de lejanía. Yo me quede mirando como el río se iba poniendo encinta de la estrella... hundí mis manos locas hacia ella y supe que la estrella estaba arriba... He renunciado a ti, serenamente, como renuncia a Dios el delincuente; he renunciado a ti como el mendigo que no se deja ver del viejo amigo; como el que ve partir grandes navíos con rumbos hacia imposibles y ansiados continentes; como el perro que apaga sus amorosos bríos cuando hay un perro grande que le enseña los dientes; como el marítimo que renuncia al puerto y el buque errante que renuncia al faro y como el ciego junto al libro abierto y el niño pobre ante el juguete caro. He renunciado a ti como renuncia el loco a la palabra que su boca pronuncia; como esos granujillos otoñales, con los ojos estáticos y las manos vacías, que empañan su renuncia, soplando, los cristales en los escaparates de las confiterías... He renunciado a ti, y a cada instante renunciamos un poco de lo que antes quisimos y al final ¡ Cuántas veces el anhelo menguante pide un pedazo de lo que antes fuimos ! Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo. Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño; desbaratando encajes regresaré hasta el hilo. La renuncia es el viaje de regreso del sueño... Andres Eloy Blanco 18/1/05 El mañana efímero A Roberto Castrovido La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta, ha de tener su mármol y su día, su infalible mañana y su poeta. El vano ayer engendrará un mañana vacío y ¡por ventura! pasajero. Será un joven lechuzo y tarambana, un sayón con hechuras de bolero; a la moda de Francia realista, un poco al uso de París pagano, y al estilo de España especialista en el vicio al alcance de la mano. Esa España inferior que ora y bosteza, vieja y tahur, zaragatera y triste; esa España inferior que ora y embiste cuando se digna usar de la cabeza, aún tendrá luengo parto de varones amantes de sagradas tradiciones y de sagradas formas y maneras; florecerán las barbas apostólicas y otras calvas en otras calaveras brillarán, venerables y católicas. El vano ayer engendrará un mañana vacío y ¡por ventura! pasajero, la sombra de un lechuzo tarambana, de un sayón con hechuras de bolero, el vacuo ayer dará un mañana huero. Como la náusea de un borracho ahito de vino malo, un rojo sol corona de heces turbias las cumbres de granito; hay un mañana estomagante escrito en la tarde pragmática y dulzona. Mas otra España nace, la España del cincel y de la maza, con esa eterna juventud que se hace del pasado macizo de la raza. Una España implacable y redentora, España que alborea con un hacha en la mano vengadora, España de la rabia y de la idea. Antonio Machado 25/1/05 Yo soy aquel Yo soy aquel que ayer no más decía el verso azul y la canción profana, en cuya noche un ruiseñor había que era alondra de luz por la mañana. El dueño fui de mi jardín de sueño, lleno de rosas y de cisnes vagos; el dueño de las tórtolas, el dueño de góndolas y liras en los lagos; y muy siglo diez y ocho y muy antiguo y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y una sed de ilusiones infinita. Yo supe de dolor desde mi infancia, mi juventud.... ¿fue juventud la mía? Sus rosas aún me dejan su fragancia... una fragancia de melancolía... Potro sin freno se lanzó mi instinto, mi juventud montó potro sin freno; iba embriagada y con puñal al cinto; si no cayó, fue porque Dios es bueno. En mi jardín se vio una estatua bella; se juzgó mármol y era carne viva; una alma joven habitaba en ella, sentimental, sensible, sensitiva. Y tímida ante el mundo, de manera que encerrada en silencio no salía, sino cuando en la dulce primavera era la hora de la melodía... Hora de ocaso y de discreto beso; hora crepuscular y de retiro; hora de madrigal y de embeleso, de «te adoro», y de «¡ay!» y de suspiro. Y entonces era la dulzaina un juego de misteriosas gamas cristalinas, un renovar de gotas del Pan griego y un desgranar de músicas latinas. Con aire tal y con ardor tan vivo, que a la estatua nacían de repente en el muslo viril patas de chivo y dos cuernos de sátiro en la frente. Como la Galatea gongorina me encantó la marquesa verleniana, y así juntaba a la pasión divina una sensual hiperestesia humana; todo ansia, todo ardor, sensación pura y vigor natural; y sin falsía, y sin comedia y sin literatura...: si hay un alma sincera, esa es la mía. La torre de marfil tentó mi anhelo; quise encerrarme dentro de mí mismo, y tuve hambre de espacio y sed de cielo desde las sombras de mi propio abismo. Como la esponja que la sal satura en el jugo del mar, fue el dulce y tierno corazón mío, henchido de amargura por el mundo, la carne y el infierno. Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia el Bien supo elegir la mejor parte; y si hubo áspera hiel en mi existencia, melificó toda acritud el Arte. Mi intelecto libré de pensar bajo, bañó el agua castalia el alma mía, peregrinó mi corazón y trajo de la sagrada selva la armonía. ¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la profunda emanación del corazón divino de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda fuente cuya virtud vence al destino! Bosque ideal que lo real complica, allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela; mientras abajo el sátiro fornica, ebria de azul deslíe Filomela. Perla de ensueño y música amorosa en la cúpula en flor del laurel verde, Hipsipila sutil liba en la rosa, y la boca del fauno el pezón muerde. Allí va el dios en celo tras la hembra, y la caña de Pan se alza del lodo; la eterna vida sus semillas siembra, y brota la armonía del gran Todo. El alma que entra allí debe ir desnuda, temblando de deseo y fiebre santa, sobre cardo heridor y espina aguda: así sueña, así vibra y así canta. Vida, luz y verdad, tal triple llama produce la interior llama infinita. El Arte puro como Cristo exclama: Ego sum lux et veritas et vita! Y la vida es misterio, la luz ciega y la verdad inaccesible asombra; la adusta perfección jamás se entrega, y el secreto ideal duerme en la sombra. Por eso ser sincero es ser potente; de desnuda que está, brilla la estrella; el agua dice el alma de la fuente en la voz de cristal que fluye de ella. Tal fue mi intento, hacer del alma pura mía, una estrella, una fuente sonora, con el horror de la literatura y loco de crepúsculo y de aurora. Del crepúsculo azul que da la pauta que los celestes éxtasis inspira, bruma y tono menor -¡toda la flauta!, y Aurora, hija del Sol- ¡toda la lira! Pasó una piedra que lanzó una honda; pasó una flecha que aguzó un violento. La piedra de la honda fue a la onda, y la flecha del odio fuese al viento. La virtud está en ser tranquilo y fuerte; con el fuego interior todo se abrasa; se triunfa del rencor y de la muerte, y hacia Belén... ¡la caravana pasa! Rubén Darío 1/2/05 Canción de otoño en primavera ¡Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer... Plural ha sido la celeste historia de mi corazón. Era una dulce niña en este mundo de duelo y aflicción. Miraba como el alba pura, sonreía como una flor. Era su cabellera oscura, hecha de noche y de dolor. Yo era tímido como un niño; ella, naturalmente, fue para mi amor hecho de armiño, Herodías y Salome... ¡Juventud, divino tesoro ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer, La otra fue más sensitiva, y más consoladora y más halagadora y expresiva, cual no pensé encontrar jamás. Pues a su continua ternura una pasión violenta unía. En un peplo de gasa pura una bacante se envolvía... En sus brazos tomó mi ensueño y lo arrulló como a un bebé... Y le mató, triste y pequeño, falto de luz, falto de fe... ¡Juventud divino tesoro, te fuiste para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer... Otra juzgó que era mi boca el estuche de su pasión; y que me roería, loca, con sus dientes el corazón; poniendo en un amor de exceso la mira de su voluntad, mientras eran abrazo y beso síntesis de la eternidad; y de nuestra carne ligera imaginar siempre un Edén, sin pensar que la Primavera y la carne acaban también... ¡Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer... ¡Y las demás! En tantos climas, en tantas tierras, siempre son, si no pretextos de mis rimas, fantasmas de mi corazón. En vano busqué a la princesa que estaba triste de esperar. La vida es dura. Amarga y pesa. ¡Ya no hay princesa que cantar! Mas, a pesar del tiempo terco, mi sed de amor no tiene fin; con el cabello gris me acerco a los rosales del jardín... ¡Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer... ¡Mas es mía el Alba de oro! Rubén Darío 8/2/05 Lo fatal Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque esa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente. Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror... Y el espanto seguro de estar mañana muerto, y sufrir por la vida y por la sombra y por lo que no conocemos y apenas sospechamos, y la carne que tienta con sus frescos racimos, y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, ¡y no saber a dónde vamos, ni de dónde venimos!.. . Rubén Darío 15/2/05 (Sabrás que te amo...) Sabrás que no te amo y que te amo puesto que de todos modos es la vida, la palabra es un ala del silencio, el fuego tiene mitad de frío. Yo te amo para comenzar a amarte, para recomenzar el infinito y para no dejar de amarte nunca: por eso no te amo todavía. Te amo y no te amo como si tuviera en mis manos las llaves del destino y un incierto destino desdichado. Mi amor tiene dos vidas para amarte. Por eso te amo cuando no te amo y por eso te amo cuando te amo Pablo Neruda 22/2/05 Rima IV - No digas que agotado su tesoro No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira; podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía. Mientras las ondas de la luz al beso palpiten encendidas, mientras el sol las desgarradas nubes de fuego y oro vista, mientras el aire en su regazo lleve perfumes y armonías, mientras haya en el mundo primavera, ¡habrá poesía! Mientras la humana ciencia no descubra las fuentes de la vida, y en el mar o en el cielo haya un abismo que al cálculo resista, mientras la humanidad siempre avanzando no sepa a dó camina, mientras haya un misterio para el hombre, ¡habrá poesía! Mientras se sienta que se ríe el alma, sin que los labios rían; mientras se llore sin que el llanto acuda a nublar la pupila; mientras el corazón y la cabeza batallando prosigan, mientras haya esperanzas y recuerdos, ¡habrá poesía! Mientras haya unos ojos que reflejen los ojos que los miran, mientras responda el labio suspirando al labio que suspira, mientras sentirse puedan en un beso dos almas confundidas, mientras exista una mujer hermosa, ¡habrá poesía! Gustavo Adolfo Becquer 1/3/05 Rima XXI - ¿Que es Poesia? ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Que es poesía?, Y tú me lo preguntas? Poesía... eres tú. Gustavo Adolfo Becquer 8/3/05 Rima LXXVII - Podrá Podrá nublarse el sol eternamente; podrá secarse en un instante el mar; podrá romperse el eje de la tierra como un débil cristal. ¡Todo sucederá! Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón; pero jamás en mí podrá apagarse la llama de tu amor. Gustavo Adolfo Becquer 15/3/05 Rima XXVIII - Dime Cuando entre la sombra oscura perdida una voz murmura turbando su triste calma, si en el fondo de mi alma la oigo dulce resonar, dime: ¿es que el viento en sus giros se queja, o que tus suspiros me hablan de amor al pasar? Cuando el sol en mi ventana rojo brilla a la mañana y mi amor tu sombra evoca, si en mi boca de otra boca sentir creo la impresión, dime: ¿es que ciego deliro, o que un beso en un suspiro me envía tu corazón? Y en el luminoso día y en la alta noche sombría, si en todo cuanto rodea al alma que te desea te creo sentir y ver, dime: ¿es que toco y respiro soñando, o que en un suspiro me das tu aliento a beber? Gustavo Adolfo Becquer 22/3/05 Reyerta En la mitad del barranco las navajas de Albacete, bellas de sangre contraria, relucen como los peces. Una dura luz de naipe recorta en el agrio verde caballos enfurecidos y perfiles de jinetes. En la copa de un olivo lloran dos viejas mujeres. El toro de la reyerta se sube por las paredes. Ángeles negros traían pañuelos y agua de nieve. Ángeles con grandes alas de navajas de Albacete. Juan Antonio el de Montilla rueda muerto la pendiente, su cuerpo lleno de lirios y una granada en las sienes. Ahora monta cruz de fuego, carretera de la muerte. El juez, con guardia civil, por los olivares viene. Sangre resbalada gime muda canción de serpiente. Señores guardias civiles: aquí pasó lo de siempre. Han muerto cuatro romanos y cinco cartagineses. La tarde, loca de higueras y de rumores calientes, cae desmayada en los muslos heridos de los jinetes. Y ángeles negros volaban por el aire del poniente Ángeles de largas trenzas y corazones calientes. Federico García Lorca 29/3/05 Prendimiento de Antonito el Camborio Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, con una vara de mimbre va a Sevilla a ver los toros. Moreno de verde luna anda despacio y garboso. Sus empavonados bucles le brillan entre los ojos. A la mitad del camino cortó limones redondos, y los fue tirando al agua hasta que la puso de oro. Y a la mitad del camino, bajo las ramas de un olmo, guardia civil caminera lo llevó codo con codo. El día se va despacio, la tarde colgada a un hombro, dando una larga torera sobre el mar y los arroyos. Las aceitunas aguardan la noche de capricornio y una corta brisa, ecuestre, salta los montes de plomo. Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, vienes sin vara de mimbre entre los cinco tricornios. Antonio, ¿quién eres tú? Si te llamaras Camborio, hubieras hecho una fuente de sangre con cinco chorros. Ni tú eres hijo de nadie, ni legítimo Camborio. ¡ Se acabaron los gitanos que iban por el monte solos! Están los viejos cuchillos tiritando bajo el polvo. A las nueve de la noche lo llevan al calabozo, mientras los guardias civiles beben limonada todos. Y a las nueve de la noche le cierran el calabozo, mientras el cielo reluce como la grupa de un potro. Federico García Lorca 5/4/05 Muerte de Antonito el Camborio Voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. Voces antiguas que cercan voz de clavel varonil. Les clavó sobre las botas mordiscos de jabalí. En la lucha daba saltos jabonados de delfín. Bañó con sangre enemiga su corbata carmesí, pero eran cuatro puñales y tuvo que sucumbir. Cuando las estrellas clavan rejones al agua gris, cuando los erales sueñan verónicas de alhelí, voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. "Antonio Torres Heredia, Camborio de dura crin, moreno de verde luna, voz de clavel varonil: ¿ Quién te ha quitado la vida cerca del Guadalquivir?" "Mis cuatro primos Heredias hijos de Benamejí. Lo que en otros no envidiaban ya lo envidiaban en mí. Zapatos color Corinto, medallones de marfil, y este cutis amasado con aceituna y jazmín." «¡Ay, Antoñito el Camborio, digno de una emperatriz! Acuérdate de la Virgen porque te vas a morir.» «¡Ay Federico García, llama a la Guardia Civil! Ya mi talle se ha quebrado como caña de maíz.» Tres golpes de sangre tuvo y se murió de perfil. Viva moneda que nunca se volverá a repetir. Un ángel marchoso pone su cabeza en un cojín. Otros de rumor cansado, encendieron un candil. Y cuando los cuatro primos llegan a Benamejí, voces de muerte cesaron cerca del Guadalquivir. Federico García Lorca 12/4/05 Desmayarse Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso: no hallar fuera del bien centro y reposo, mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso: huir el rostro al claro desengaño, beber veneno por licor süave, olvidar el provecho, amar el daño: creer que el cielo en un infierno cabe; dar la vida y el alma a un desengaño, ¡esto es amor! quien lo probó lo sabe Lope de Vega 19/4/05 Rimas humanas CXCI Es la mujer del hombre lo más bueno, y locura decir que lo más malo, su vida suele ser y su regalo, su muerte suele ser y su veneno. Cielo a los ojos cándido y sereno, que muchas veces al infierno igualo, por raro al mundo su valor señalo por falso al hombre su rigor condeno. Ella nos da su sangre, ella nos cría, no ha hecho el cielo cosa más ingrata; es un ángel, y a veces una arpía. Quiere, aborrece, trata bien, maltrata, y es la mujer, al fin, como sangría, que a veces da salud y a veces mata. Lope de Vega 26/4/05 Dulce desdén Dulce desdén, si el daño que me haces de la suerte que sabes te agradezco, qué haré si un bien de tu rigor merezco, pues sólo con el mal me satisfaces. No son mis esperanzas pertinaces por quien los males de tu bien padezco sino la gloria de saber que ofrezco alma y amor de tu rigor capaces. Dame algún bien, aunque con él me prives de padecer por ti, pues por ti muero si a cuenta dél mis lágrimas recibes. Mas ¿cómo me darás el bien que espero?, si en darme males tan escaso vives que ¡apenas tengo cuantos males quiero! Lope de Vega 3/5/05 Pena y Alegría del Amor Mira cómo se me pone la piel, cuando te recuerdo... Por la garganta me sube un río de sangre fresco, de la herida que atraviesa, de parte a parte mi cuerpo. Tengo clavos en las manos, y cuchillos en los dedos, y en mi sien, una corona hecha de alfileres negros. Mira cómo se me pone la piel ca vez que me acuerdo que soy un hombre casao ¡y sin embargo, te quiero! Entre tu casa y mi casa hay un muro de silencio; de ortigas y de chumberas, de cal de arenas y de viento, de madreselvas oscuras y de vidrios en acecho. Un muro para que nunca lo pueda saltar el pueblo, que anda rondando la llave que guarda nuestro secreto. Y yo bien sé que me quieres, y tú sabes que te quiero, y lo sabemos los dos, y nadie puede saberlo... ¡Ay, pena, penita, pena de nuestro amor en silencio! ¡Ay, qué alegría, alegría quererte como te quiero! Cuando por la noche a solas, me quedo con tu recuerdo, derribaría la pared que separa nuestro sueño. Rompería con mis manos de tu cancela los hierros con tal de verme a tu vera, tormento de mis tormentos, y te estaría besando hasta quitarte el aliento. Y luego... ¡qué se me da quedarme en tus brazos, muerto!... ¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero! Nuestro amor es agonía, luto, angustia, llanto, miedo, muerte, pena, sangre, vida, luna, rosa, sol y viento. Es morirse a cada paso y seguir viviendo, luego, con una espada de punta siempre pendiente del techo. Salgo de mi casa al campo sólo con tu pensamiento, por acariciar a solas la tela de aquel pañuelo que se te cayó un domingo cuando venías del pueblo, y que no te he dicho nunca, mi vida, que yo lo tengo; y lo estrujo entre mis manos lo mismo que un limón nuevo, y miro tus iniciales, y las repito en silencio para que ni el campo sepa lo que yo te estoy queriendo... Ayer, en la Plaza Nueva, - vida, no vuelvas a hacerlo- te vi besar a mi niño, a mi niño, el más pequeño, y cómo lo besarías, ¡ay, Virgen de los Remedios! que fue la primera vez que a mí distes un beso. Llegué corriendo a mi casa alcé mi niño del suelo y, sin que nadie me viera, como un ladrón en acecho, en su cara de amapola mordió mi boca tu beso, ¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero! Mira: pase lo que pase, aunque se hunda el firmamento, aunque tu nombre y el mío lo pisoteen por el suelo, y aunque la tierra se abra, aun cuando lo sepa el pueblo y pongan nuestra bandera de amor a los cuatro vientos, ¡sígueme queriendo así tormento de mis tormentos! ¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero! Rafael de León (Sevilla, España) 10/5/05 Romance de aquel hijo que no tuve contigo Hubiera podido ser hermoso como un jacinto con tus ojos y tu boca y tu piel color de trigo, pero con un corazón grande y loco como el mío. Hubiera podido ir, las tardes de los domingos, de mi mano y de la tuya, con su traje de marino, luciendo un ancla en el brazo y en la gorra un nombre antiguo. Hubiera salido a ti en lo dulce y en lo vivo, en lo abierto de la risa y en lo claro del instinto, y a mí... tal vez que saliera en lo triste y en lo lírico, y en esta torpe manera de verlo todo distinto. ¡Ay, qué cuarto con juguetes, amor, hubiera tenido! Tres caballos, dos espadas, un carro verde de pino, un tren con cuatro estaciones, un barco, un pájaro, un nido, y cien soldados de plomo, de plata y oro vestidos. ¡Ay, qué cuarto con juguetes, amor, hubiera tenido! ¿Te acuerdas de aquella tarde, bajo el verde de los pinos, que me dijiste: -- ¡Qué gloria cuando tengamos un hijo! ? Y temblaba tu cintura como un palomo cautivo, y nueve lunas de sombra brillaban en tu delirio. Yo te escuchaba, distante, entre mis versos perdido, pero sentí por la espalda correr un escalofrío... Y repetí como un eco: "¡Cuando tengamos un hijo!..." Tú, entre sueños, ya cantabas nanas de sierra y tomillo, e ibas lavando pañales por las orillas de un río. Yo, arquitecto de ilusiones levantaba un equilibrio una torre de esperanzas con un balcón de suspiros. ¡Ay, qué gloria, amor, qué gloria cuando tengamos un hijo! En tu cómoda de cedro nuestro ajuar se quedó frío, entre azucena y manzana, entre romero y membrillo. ¡Qué pálidos los encajes, qué sin gracia los vestidos, qué sin olor los pañuelos y qué sin sangre el cariño! Tu velo blanco de novia, por tu olvido y por mi olvido, fue un camino de Santiago, doloroso y amarillo. Tú te has casado con otro, yo con otra hice lo mismo; juramentos y palabras están secos y marchitos en un antiguo almanaque sin sábados ni domingos. Ahora bajas al paseo, rodeada de tus hijos, dando el brazo a... la levita que se pone tu marido. Te llaman doña Manuela, llevas guantes y abanico, y tres papadas te cortan en la garganta el suspiro. Nos saludamos de lejos, como dos desconocidos; tu marido sube y baja la chistera; yo me inclino, y tú sonríes sin gana, de un modo triste y ridículo. Pero yo no me doy cuenta de que hemos envejecido, porque te sigo queriendo igual o más que al principio. Y te veo como entonces, con tu cintura de lirio, un jazmín entre los dientes, de color como el del trigo y aquella voz que decía: "¡Cuando tengamos un hijo!..." Y en esas tardes de lluvia, cuando mueves los bolillos, y yo paso por tu calle con mi pena y con mi libro dices, temblando, entre dientes, arropada en los visillos: "¡Ay, si yo con ese hombre hubiera tenido un hijo!..." Rafael de León (Sevilla, España) 17/5/05 Me lo contaron ayer Me lo contaron ayer las lenguas de doble filo, que te casaste hace un mes, y me quedé tan tranquilo... Otro cualquiera en mi caso, se hubiera echao a llorar; yo, cruzandome de brazos, dije que me daba igual. Nada de pegarme un tiro ni enredarme en maldiciones, ni apedrear con suspiros los vidrios de tus balcones. ¿Que te has casao? ¡Buena suerte! Vive cien años contenta, y a la hora de la muerte Dios no te lo tenga en cuenta. Que si al pie de los altares mi nombre se te borró, por la gloria de mi madre que no te tengo rencor. Porque sin ser tu marío, ni tu novio, ni tu amante, soy el que mas te ha querio; con eso tengo bastante. Y haciendo un poco de historia, nos volveremos atras, para recordar la gloria de mis dias de chaval. ¿Que tiene el niño Malena? Anda como transtornao, le encuentro cara de pena y el colorcillo quebrao. Y ya no juega a la tropa, ni tira piedras al rio, ni se destroza la ropa subiendose a cojer níos. ¿No te parece a ti extraño? ¿No es una cosa muy rara que un chaval de doca años lleve tan triste la cara?... Mira que soy perro viejo, y estás demasiá tranquila. ¿quieres que te de un consejo? Vigila, mujer, vigila. (y fueron dos centinelas los ojitos de mi mare.) Cuando sale de la escuela, se va por los olivares. ¿Y que es lo que busca allí? Una niña. Tendrá el mismo tiempo que él. José Miguel, no le riñas, que esta empezando a querer. Mi pare encendió un pitillo, se enteró bien de tu nombre y te compró unos zarcillos y a mi un pantalón de hombre. Yo no te dije: «¡Te adoro!», pero amarré en tu balcon mi lazo de seda y oro de primera comunión. Y tu, fina y orgullosa, me ofreciste en recompensa dos cintas de color rosa que engalanaban tus trenzas. «Voy a misa con mis primos.» «Bueno; te veré en la ermita.» Y que serios nos pusimos al darle el agua bendita. Mas luego, en el campanario, cuando rompimos a hablar. Dice mi tita Rosario que la cigueña es sagrá, y el colorín y la fuente, y las flores y el rocío, y aquel torito valiente que esta bebiendo en el rio, y el bronce de esta campana, y el romero de los montes, y aquella cinta lejana que le llaman horizonte. Todo es sagrao, cielo y tierra, porque too lo hizo Dios. ¿Que te gusta más? ¡Tu pelo! ¡Que bonito te salió! Pues... tu boca, y tus brazos, y tus manos redonditas, y tus pies fingiendo el paso de las palomas zuritas. Con la pureza de un copo de nieve te comparé, te revestí de piropos de la cabeza a los pies. A la vuelta te hice un ramo de pitiminí precioso. Y luego nos retratamos en el aguita del pozo. Y hablando de estas pamplinas que se inventan las criaturas, llegamos hasta la esquina agarraos por la cintura. Yo te pregunté: «¿En que piensas?» Tu dijiste: ¡En darte un beso! Y yo senti una verguenza que me caló hasta los huesos. De noche, muertos de luna, nos vimos por la ventana. ¡Chis!... Mi hermanito está en la cuna; le estoy cantando la nana: «Quitate de la esquina, choquillo loco, que mi mare no quiere ni yo tampoco.» Y mientras tu cantabas, yo inocente pense que nos casaba la nana como a mario y mujer. ¡Pamplinas! Figuraciones que se inventan los chavales; despues la vía se impone: tanto tienes, tanto vales. Por eso yo, al enterarme que llevas un mes casá, no dije que iba a matarme, sino que me daba igual. Mas como es rico tu dueño, te vendo esta profecía: Tu, cada noche, entre sueños, soñaras que me querias y recordaras la tarde que tu boca me besó. Y te llamarás ¡cobarde!, como te lo llamo yo, y verás, sueña que sueña, que me mori siendo chico. Y se llevó una cigueña «mi corazón en el pico». Pensarás: No es cierto nada. Yo sé que lo estoy soñando. Pero allá en la madrugada te despertarás llorando por el que no es tu marío, ni tu novio, ni tu amante, sino el que mas te ha querío; con eso tengo bastante. Por lo demás, to' se orvía. Verás como Dios te envia un hijo como una estrella. Avísame de seguida; me servirá de alegria cantarle la nana aquella: «Quitate de la esquina, chiquillo loco, que mi mare no quiere ni yo tampoco.» Pensarás: no es cierto nada. Yo sé que estoy soñando. Pero alla en la madrugada te despertarás llorando por el que no es tu marío, ni tu novio, ni tu amante, sino el que más te ha querío; con eso tengo bastante. Rafael de León (Sevilla, España) 24/5/05 Poema de las Cosas Quizás estando sola, de noche, en tu aposento oirás que alguien te llama sin que tu sepas quién y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento que existen ciertamente, pero que no se vén... Y también es posible que una tarde de hastío como florece un surco, te renazca un afán y aprenderás entonces que hay cosas como el río que se estan yendo siempre, pero que no se van... O al cruzar una calle, tu corazón risueño recordará una pena que no tuviste ayer y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño, cosas que nunca han sido, pero que pueden ser... Por más que tu prefieras ignorar estas cosas sabrás por qué suspiras oyendo una canción y aprenderás entonces que hay cosas como rosas, cosas que son hermosas, sin saber que lo son... Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido y un soplo de ceniza regará tu jardín y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido son las únicas cosas que nunca tienen fin. Jose Angel Buesa (Cuba) 31/5/05 Poema del amor lejano Puedes irte y no importa, pues te quedas conmigo como queda un perfume donde habia una flor. Tu sabes que te quiero, pero no te lo digo; y yo se que eres mia, sin ser mio tu amor. La vida nos acerca y a la vez nos separa, como el dia y la noche en el amanecer .... Mi corazon sediento ansia tu agua clara, pero es un agua ajena que no debo beber ... Por eso puedes irte, porque aunque no te sigo, nunca te vas del todo, como una cicatriz; y mi alma es como un surco cuando se corta el trigo, pues al perder la espiga retiene la raiz. Tu amor es como un rio, que parece mas hondo, inexplicablemente, cuando el agua se va. Y yo estoy en la orilla, pero mirando el fondo, pues tu amor y la muerte tienen un mas alla. Para un deseo asi, toda la vida es poca; toda la vida es poca para un ensueño asi .... Pensando en ti esta noche, yo besare otra boca; y tu estaras con otra .... pero pensando en mi ...!! José Angel Buesa (Cuba) 7/6/05 Poema del secreto Puedo tocar tu mano sin que tiemble la mía, y no volver el rostro para verte pasar. Puedo apretar mis labios un día y otro día... y no puedo olvidar. Puedo mirar tus ojos y hablar frívolamente, casi aburridamente, sobre un tema vulgar, puedo decir tu nombre con voz indiferente... y no puedo olvidar. Puedo estar a tu lado como si no estuviera, y encontrarte cien veces, asi como al azar... puedo verte con otro, sin suspirar siquiera, y no puedo olvidar. Ya vez: Tu no sospechas este secreto amargo, mas amargo y profundo que el secreto del mar... porque puedo dejarte de amar, y sin embargo... no te puedo olvidar! José Angel Buesa (Cuba) 14/6/05 Te acordarás un día Te acordarás un día de aquel amante extraño que te besó en la frente, para no hacerte daño. Aquel que iba en la sombra con la mano vacía, porque te quiso tanto, que no te lo decía. Aquel amante loco que era como un amigo, y que se fué con otra, para soñar contigo. Te acordarás un día de aquel extraño amante, profesor de horas lentas, con alma de estudiante. Aquel hombre lejano, que volvió del olvido solo para quererte como nadie ha querido. Aquel que fué cenizas de todas las hogueras, y te cubrió de rosas, sin que tu lo supieras. Te acordarás un día del hombre indiferente que en las tardes de lluvia te besaba en la frente; viajero silencioso en las noches de estío, que miraba tus ojos como quien mira un río. Te acordarás un día de aquel hombre lejano, del que mas te ha querido, porque te quiso en vano. Quizás así, de pronto, te acordarás un día de aquel hombre que a veces callaba y sonreía. Tú rosal preferido se secará en el huerto, como para decirte que aquel hombre se ha muerto. Y el andará en la sombra, con su sonrisa triste. Y solamente entonces sabrás que lo quisiste... José Angel Buesa (Cuba) 21/6/05 Canción del amor prohibido Solo tu y yo sabemos lo que ignora la gente al cambiar un saludo ceremonioso y frio, porque nadie sospecha que es falso tu desvio, ni cuanto amor esconde mi gesto indiferente. Solo tu y yo sabemos porque mi boca miente, relatando la historia de un fugaz amorío; y tu apenas me escuchas y yo no te sonrío... y aún nos arde en los labios algún beso reciente. Solo tu y yo sabemos que existe una simiente germinando en la sombra de este surco vacío, porque su flor profunda no se ve, ni se siente. Y así dos orillas tu corazón y el mío, pues, aunque las separa la corriente de un río, por debajo del río se unen secretamente. José Angel Buesa (Cuba) 28/6/05 Canción del amor lejano Ella no fué, entre todas, la más bella, pero me dió el amor más hondo y largo. Otras me amaron más; y, sin embargo, a ninguna la quise como a ella. Acaso fué porque la amé de lejos, como una estrella desde mi ventana... Y la estrella que brilla más lejana nos parece que tiene mas reflejos. Tuve su amor como una cosa ajena como una playa cada vez más sola, que unicamente guarda de la ola una humedad de sal sobre la arena. Ella estuvo en mis brazos sin ser mía, como el agua en cántaro sediento, como un perfume que se fué en el viento y que vuelve en el viento todavía. Me penetró su sed insatisfecha como un arado sobre llanura, abriendo en su fugaz desgarradura la esperanza feliz de la cosecha. Ella fué lo cercano en lo remoto, pero llenaba todo lo vacío, como el viento en las velas del navío, como la luz en el espejo roto. Por eso aún pienso en la mujer aquella, la que me dió el amor más hondo y largo... Nunca fué mía. No era la más bella. Otras me amaron más ... Y, sin embargo, a ninguna la quise como a ella. José Angel Buesa (Cuba) 5/7/05 Se deja de querer Se deja de querer, y no se sabe por qué se deja de querer: Es como abrir la mano y encontrarla vacía, y no saber, de pronto, qué cosa se nos fue. Se deja de querer, y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed; como andar en otoño sobre las hojas secas, y pisar la hoja verde que no debió caer. Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren; o como quien despierta recordando un camino, pero ya sólo sabe que regresó por él. Se deja de querer, como quien deja de andar por una calle, sin razón, sin saber; y es hallar un diamante brillando en el rocío, y que, ya al recogerlo, se evapore también. Se deja de querer, y es como un viaje detenido en la sombra, sin seguir ni volver; y es cortar una rosa para adornar la mesa y que el viento deshoje la rosa en el mantel. Se deja de querer, y es como un niño que ve cómo naufragan sus barcos de papel; o escribir en la arena la flecha de mañana y que el mar se la lleve con el nombre de ayer. Se deja de querer, y es como un libro que, aun abierto hoja a hoja, quedó a medio leer; y es como la sortija que se quitó del dedo, y sólo así supimos que se marcó en la piel. Se deja de querer, y no se sabe por qué se deja de querer... José Angel Buesa (Cuba) 12/7/05 Elegía lamentable Desde este mismo instante seremos dos extraños por estos pocos días, quien sabe cuantos años... yo seré en tu recuerdo como un libro prohibido uno de esos que nadie confiesa haber leído. Y asi mañana, al vernos en la calle, al ocaso, tu bajaras los ojos y apretaras el paso, y yo, discretamente, me cambiare de acera, o encenderé un cigarro, como si no te viera... Seremos dos extraños desde este mismo instante y pasaran los meses, y tendrás otro amante: y como eres bonita, sentimental y fiel, quizás, andando el tiempo, te casaras con el. Y ya, mas que un esposo será como un amigo, aunque nunca le cuentes que has soñado conmigo, y aunque, tras tu sonrisa, de mujer satisfecha, se te empañen los ojos, al llegar una fecha. Acaso, cuando llueva, recordaras un día en que estuvimos juntos y en que también llovía. Y quizás nunca mas te pongas aquel traje de terciopelo verde, con adornos de encaje. O harás un gesto mío, tal vez sin darte cuenta, cuando dobles tu almohada con mano soñolienta. Y domingo a domingo, cuando vayas a Misa, de tu casa a la Iglesia, perderás tu sonrisa. ¿Qué mas puedo decirte? Serás la esposa honesta que abanica al marido cuando ronca la siesta: tras fregar los platos y tender las camas, te pasaras las noches sacando crucigramas... y asi, años y años, hasta que, finalmente, te morirás un día, como toda la gente. Y voces que aun no existen sollozaran tu nombre, y cerraran tus ojos los hijos de otro hombre. José Angel Buesa (Cuba) 19/7/05 Elegía para mi y para ti Yo seguiré soñando mientras pasa la vida, y tú te irás borrando lentamente de mi sueño. Un año y otro año caerán como hojas secas de las ramas del árbol milenario del tiempo, y tu sonrisa, llena de claridad de aurora, se alejará en la sombra creciente del recuerdo. Yo seguiré soñando mientras pasa la vida, y quizá, poco a poco, dejaré de hacer versos, bajo el vulgar agobio de la rutina diaria, de las desilusiones y los aburrimientos. Tú, que nunca soñaste mas que cosas posibles, dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo. Acaso nos veremos un día, casualmente, al cruzar una calle, y nos saludaremos. Yo pensaré quizá: " Qué linda es todavía." Tú quizá pensarás: " Se está poniendo viejo " Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra. o tú irás con un hijo que debiera ser nuestro. Y seguirá muriendo la vida, año tras año, igual que un río oscuro que corre hacia el silencio. Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto, o una canción de entonces me traerá tu recuerdo. Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas, pensaré en ti un instante, pero cada vez menos.... Y pasará la vida. Yo seguiré soñando; pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño. Yo ya te habré olvidado definitivamente y sobre mis rodillas retozarán mis nietos. (Y quizá, para entonces, al cruzar una calle, nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.) Y una tarde de sol me cubrirán de tierra, las manos para siempre cruzadas sobre el pecho. Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos, te pasarás las horas bostezando y tejiendo. Y cada primavera renacerán las rosa, aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto. José Angel Buesa (Cuba) 26/7/05 A Federico García Lorca Sal tú, bebiendo campos y ciudades, en largo ciervo de agua convertido, hacia el mar de las albas claridades, del martín-pescador mecido nido; que yo saldré a esperarte, amortecido, hecho junco, a las altas soledades, herido por el aire y requerido por tu voz, sola entre las tempestades. Deja que escriba, débil junco frío, mi nombre en esas aguas corredoras, que el viento llama, solitario, río. Disuelto ya en tu nieve el nombre mío, vuélvete a tus montañas trepadoras, ciervo de espuma, rey del monterío. Rafael Alberti (1924) 2/8/05 Galope Las tierras, las tierras, las tierras de España, las grandes, las solas, desiertas llanuras. Galopa, caballo cuatralbo, jinete del pueblo, al sol y a la luna. ¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar! A corazón suenan, resuenan, resuenan las tierras de España, en las herraduras. Galopa, jinete del pueblo, caballo cuatralbo, caballo de espuma. ¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar! Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie; que es nadie la muerte si va en tu montura. Galopa, caballo cuatralbo, jinete del pueblo, que la tierra es tuya. ¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar! Rafael Alberti (1924) 9/8/05 A Luis Cernuda, aire del sur buscado en Inglaterra Si el aire se dijera un día: Estoy cansado, rendido de mi nombre... Ya no quiero ni mi inicial para firmar el bucle del clavel, el rizado de la rosa, el pliegecillo fino del arroyo, el gracioso volante de la mar y el hoyuelo que ríe en la mejilla de la vela... Desorientado, subo de las blandas, dormidas superficies que dan casa a mi sueño. Fluyo de las paradas enredaderas, calo los ciegos ajimeces de las torres; tuerzo, ya pura delgadez, las calles de afiladas esquinas, penetrando, roto y herido de los quicios, hondos zaguanes que se van a verdes patios donde el agua elevada me recuerda, dulce y desesperada, mi deseo... Busco y busco llamarme ¿con qué nueva palabra, de qué modo? ¿No hay soplo, no hay aliento, respiración capaz de poner alas a esa desconocida voz que me denomine? Desalentado, busco y busco un signo, un algo o alguien que me sustituya que sea como yo y en la memoria fresca de todo aquello, susceptible de tenue cuna y cálido susurro, perdure con el mismo temblor, el mismo hálito que tuve la primera mañana en que al nacer, la luz me dijo: Vuela. Tú eres el aire. Si el aire se dijera un día eso... Rafael Alberti (1924) 16/8/05 Madrigal al billete de tranvía Adonde el viento, impávido, subleva torres de luz contra la sangre mía, tú, billete, flor nueva, cortada en los balcones del tranvía. Huyes, directa, rectamente liso, en tu pétalo un nombre y un encuentro latentes, a ese centro cerrado y por cortar del compromiso. Y no arde en ti la rosa, ni en ti priva el finado clavel, si la violeta contemporánea, viva, del libro que viaja en la chaqueta. Rafael Alberti 23/8/05 Salas de los infantes (Pregón del amanecer) ¡Arriba, trabajadores madrugadores! ¡En una mulita parda baja la aurora a la plaza el aura de los clamores, trabajadores! ¡Toquen el cuerno los cazadores; hinquen el hacha los leñadores; a los pinares el ganadico, pastores! Rafael Alberti (1925) 30/8/05 Canción 8 Hoy las nubes me trajeron, volando, el mapa de España. ¡Qué pequeño sobre el río, y qué grande sobre el pasto la sombra que proyectaba! Se le llenó de caballos la sombra que proyectaba. Yo, a caballo, por su sombra busqué mi pueblo y mi casa. Entré en el patio que un día fuera una fuente con agua. Aunque no estaba la fuente, la fuente siempre sonaba. Y el agua que no corría volvió para darme agua. Rafael Alberti 6/9/05 Lo que dejé por ti. Dejé por ti mis bosques, mi perdida arboleda, mis perros desvelados, mis capitales años desterrados hasta casi el invierno de la vida. Dejé un temblor, dejé una sacudida, un resplandor de fuegos no apagados, dejé mi sombra en los desesperados ojos sangrantes de la despedida. Dejé palomas tristes junto a un río, caballos sobre el sol de las arenas, dejé de oler la mar, dejé de verte. Dejé por ti todo lo que era mío. Dame tú, Roma, a cambio de mis penas, tanto como dejé para tenerte. Rafael Alberti 13/9/05 El ángel bueno Vino el que yo quería el que yo llamaba. No aquel que barre cielos sin defensas. luceros sin cabañas, lunas sin patria, nieves. Nieves de esas caídas de una mano, un nombre, un sueño, una frente. No aquel que a sus cabellos ató la muerte. El que yo quería. Sin arañar los aires, sin herir hojas ni mover cristales. Aquel que a sus cabellos ató el silencio. Para sin lastimarme, cavar una ribera de luz dulce en mi pecho y hacerme el alma navegable. Rafael Alberti 20/9/05 La paloma Se equivocó la paloma, se equivocaba. Por ir al norte fue al sur, creyó que el trigo era el agua. Creyó que el mar era el cielo que la noche la mañana. Que las estrellas rocío, que la calor la nevada. Que tu falda era tu blusa, que tu corazón su casa. (Ella se durmió en la orilla, tú en la cumbre de una rama.) Rafael Alberti 27/9/05 * Si Garcilaso volviera, yo sería su escudero; que buen caballero era. Mi traje de marinero se trocaría en guerrera ante el brillar de su acero; que buen caballero era. ¡Qué dulce oírle, guerrero, al borde de su estribera! En la mano, mi sombrero; que buen caballero era. Rafael Alberti (1924) 4/10/05 * Si mi voz muriera en tierra llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera. Llevadla al nivel del mar y nombardla capitana de un blanco bajel de guerra. ¡Oh mi voz condecorada con la insignia marinera: sobre el corazón un ancla y sobre el ancla una estrella y sobre la estrella el viento y sobre el viento la vela! Rafael Alberti (1924) 11/10/05 * Si yo nací campesino, si yo nací marinero, ¿por qué me tenéis aquí, si este aquí yo no lo quiero? El mejor día, ciudad a quien jamás he querido, el mejor día ¡silencio! habré desaparecido. Rafael Alberti (1924) 18/10/05 Madrid Por amiga, por amiga. Sólo por amiga. Por amante, por querida. Sólo por querida. Por esposa, no. Sólo por amiga. Rafael Alberti 25/10/05 Poema de la siguiriya gitana "Paisaje" A Carlos Morla Vicuña. El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar hay un cielo hundido y una lluvia oscura de luceros fríos. Tiembla junco y penumbra a la orilla del río. Se riza el aire gris. Los olivos están cargados de gritos. Una bandada de pájaros cautivos, que mueven sus larguísimas colas en lo sombrío. Federico García Lorca 1/11/05 Poema de la siguiriya gitana "La guitarra" Empieza el llanto de la guitarra. Se rompen las copas de la madrugada. Empieza el llanto de la guitarra. Es inútil callarla. Es imposible callarla. Llora monótona como llora el agua, como llora el viento sobre la nevada. Es imposible callarla. Llora por cosas lejanas. Arena del Sur caliente que pide camelias blancas. Llora flecha sin blanco, la tarde sin mañana, y el primer pájaro muerto sobre la rama. ¡Oh, guitarra! Corazón malherido por cinco espadas. Federico García Lorca 8/11/05 Poema de la siguiriya gitana "El grito" La elipse de un grito, va de monte a monte. Desde los olivos, será un arco iris negro sobre la noche azul. ¡Ay! Como un arco de viola el grito ha hecho vibrar largas cuerdas del viento. ¡Ay! (Las gentes de las cuevas asoman sus velones.) ¡Ay! Federico García Lorca 15/11/05 Poema de la siguiriya gitana "El silencio" Oye. hijo mío, el, silencio. Es un silencio ondulado, un silencio donde resbalan valles y ecos y que inclina las frentes hacia el suelo. Federico García Lorca 22/11/05 Poema de la siguiriya gitana "El paso de la siguiriya" Entre mariposas negras, va una muchacha morena junto a una blanca serpiente de niebla. Tierra de luz, cielo de tierra. Va encadenada al temblor de un ritmo que nunca llega, tiene el corazón de plata y un puñal en la diestra. ¿A dónde vas, siguiriya, con un ritmo sin cabeza? ¿Qué luna recogerá tu dolor de cal y adelfa? Tierra de 1uz, cielo de tierra. Federico García Lorca 29/11/05 Poema de la siguiriya gitana "Después de pasar" Los niños miran un punto lejano. Los candiles se apagan. Unas muchachas ciegas preguntan a la luna, y por el aire ascienden espirales de llanto. Las montañas miran un punto lejano. Federico García Lorca 6/12/05 Poema de la siguiriya gitana "Y después" Los laberintos que crea el tiempo se desvanecen. (Sólo queda el desierto.) El corazón, fuente del deseo, se desvanece. (Sólo queda el desierto.) La ilusión de la aurora y los besos, se desvanecen. Sólo queda el desierto. Un ondulado desierto. Federico García Lorca 13/12/05 Poemas de la soleá "Tierra seca..." A Jorge Zalamea. Tierra seca, tierra quieta de noches inmensas. (Viento en el olivar, viento en la sierra.) Tierra vieja del candil y la pena. Tierra de las hondas cisternas. Tierra de la muerte sin ojos y las flechas. (Viento por los caminos. Brisa en las alamedas.) Federico García Lorca 20/12/05 Poemas de la soleá "Pueblo" Sobre el monte pelado, un calvario. Agua clara y olivos centenarios. Por las callejas hombres embozados, y en las torres veletas girando. Eternamente girando. ¡Oh, pueblo perdido, en la Andalucía del llanto! Federico García Lorca 27/12/05 Poemas de la soleá "Puñal" El puñal entra en el corazón, como la reja del arado en el yermo. No. No me lo claves. No. El puñal, como un rayo de sol, incendia las terribles hondonadas. No. No me lo claves. No. Federico García Lorca |